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domingo, 31 de julio de 2016

¿Por qué la Iglesia se opone a la iniciativa del Presidente que promueve el matrimonio igualitario?

El artículo anterior se enfocó en el daño físico;



el presente considerará el daño psicológico.
En esta serie acerca de por qué la Iglesia se opone al llamado ‘matrimonio gay’, vimos en un primer artículo que su postura se debe a que como Madre vela por el bienestar de sus hijos, y le preocupa el daño físico, emocional y espiritual que conllevan las relaciones homosexuales. El artículo anterior se enfocó en el daño físico; el presente considerará el daño psicológico.

El ‘matrimonio gay’ no tiene una adecuada estabilidad emocional. Los ‘esposos’ homosexuales que deciden tener hijos naturales, deben decidir cuál de los dos ‘papás’ donará el semen, o cuál de las dos ‘mamás’ prestará su vientre o sus óvulos. Esto es causa común de celos, resentimientos y rupturas.

Asimismo, cuando hay papá y mamá, cada uno tiene un rol bien definido y realiza actividades distintas con sus hijos, pero cuando hay dos mamás o dos papás, ambos compiten, consciente o inconscientemente, por ser la ‘mamá’ favorita, el ‘papá’ favorito.

De un ‘matrimonio gay’ los más afectados psicológicamente son los hijos.

En su artículo publicado el 25 de enero de 2015 en el British Journal of Education, Society & Behavioural Science, el sociólogo estadounidense Paul Sullins concluye que “los problemas emocionales de los niños con progenitores del mismo sexo son más del doble respecto a los que tienen progenitores de sexo opuesto”.

Se fundamenta en más datos que cualquier otro estudio previo: 512 niños con progenitores del mismo sexo escogidos de la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud. Los problemas emocionales incluyen mala conducta, signos de ansiedad, depresión, mala relación con sus condiscípulos e incapacidad para concentrarse.

Un estudio de Mark Regnerus, avalado por la Universidad de Texas y publicado en la edición de junio de 2012 de la revista Social Science Research, midió las diferencias en 40 indicadores sociales y personales entre tres mil estadounidenses de edades entre 18 y 39 años, criados en ocho tipos diferentes de hogares, y descubrió que los adultos que fueron criados en hogares homosexuales tienen un promedio más bajo en niveles de ingresos económicos y padecen más problemas de salud física y mental, así como mayor inestabilidad en sus relaciones de pareja, mayores niveles de desempleo, adicciones, necesidad de asistencia pública y participación en crímenes.

Heather Barwik de Denver, criada por lesbianas, publicó en The Federalist: “El ‘matrimonio gay’... promueve y normaliza una estructura familiar que necesariamente nos niega algo precioso y fundamental... Nos dice que estaremos bien, pero no estamos bien, estamos sufriendo”.

Brandi Walton, también criada por lesbianas, lamenta en su blog The lesbians daughter (la hija de lesbianas): “Ya tenía una madre; no necesitaba otra… Crecer sin la presencia de un hombre en mi casa me dañó. Todo lo que quería desde niña era una familia normal… Y siempre estuve aterrorizada de que alguien descubriera que mi madre era lesbiana… Sólo hay dos sexos, masculino y femenino, se requieren ambos para procrear un niño, y para ser parte de la crianza”.

No se debe adoptar niños para satisfacer un ‘vacío’ de la pareja, sino para hacerles un bien, y no les hace bien crecer en un ambiente homosexual. Es verdad que, por diversas circunstancias, hay niños criados por mamás o papás solteros, abandonados, divorciados o viudos, pero nadie considera que sea la situación ideal. Dar en adopción a un niño a un ‘matrimonio gay’ es cometer contra esa criatura una injusticia, al negarle intencionalmente su derecho de ser criado equilibradamente por un papá y una mamá, y ponerlo en una posición muy vulnerable.

Dice el Papa Francisco: “Los niños tienen el derecho de crecer en una familia con un papá y una mamá capaces de crear un ambiente adecuado para su desarrollo y madurez emocional.”

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