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miércoles, 22 de junio de 2016

Y sin embargo, se mueve


Por Valeria Moy



Eppur si muove. La frase se le atribuye a Galileo Galilei, quien después de haber sido obligado a retractarse de sostener que la Tierra giraba alrededor del sol, pudo haber dicho “y sin embargo, se mueve”. Es decir, independiente de lo que uno crea, ahí están los hechos. La frase me viene a la mente en algunos momentos al ver lo que pasa en el país, pero en una connotación distinta. Y a pesar de todo, se mueve.

La semana pasada vimos la aprobación de las siete leyes que conforman el Sistema Nacional Anticorrupción. Debo confesar que todo me parece muy confuso. Tal vez desde el inicio en el que, supongo que por motivos de marketing, una propuesta legislativa completa se presentó como la 3de3, en las que se les exigía a los servidores públicos presentar sus declaraciones fiscales, patrimonial y de intereses y hacerlas públicas. La propuesta era más amplia y más interesante, y esa frase atractiva para captar la atención quizá desvió la atención de otros puntos relevantes de la primera iniciativa ciudadana.

La discusión posterior y las negociaciones partidistas rebasan mi comprensión. Al día siguiente de las elecciones, el entonces presidente del PRI tuiteó que “había cosas que reflexionar y cambiar”. Claramente, el hartazgo de la población frente al tema de la corrupción no era una de ellas. Me resulta increíble –de no creerse– ver a jóvenes legisladores defendiendo un statu quo en el que prevalece la opacidad y la corrupción. Si en algún grupo hubiera esperado ver algún espíritu combativo a favor de la transparencia y la rendición de cuentas, era en la bancada de jóvenes, independientemente de sus colores y afiliaciones partidistas. “Ellos son parte del problema y se los vamos a recordar” dijo Pablo Escudero, senador por el Partido Verde, refiriéndose a la nueva obligación de que cualquier persona, física o moral, que reciba y ejerza recursos públicos o contrate bajo cualquier modalidad con entes públicos de la federación, tendrá que presentar su declaración patrimonial y de intereses ante las secretarías u órganos internos de control. La redacción es desafortunada y millones de mexicanos, incluso becarios y beneficiarios de programas sociales, tendrían que presentar sus declaraciones por recibir recursos públicos.

Hay excepciones, algunos tomaron la bandera de la causa. Al final de día, con miles de elucubraciones y negociaciones, pasaron las leyes, desde luego no como habían sido presentadas por la ciudadanía. ¿Son las deseables? Quizás no. ¿Representan un avance? Seguramente sí. ¿Son suficientes para acabar con la corrupción? Sin duda no.

Habrá una Fiscalía Anticorrupción autónoma. Un Comité de Participación Ciudadana (habrá que ver) recibirá las declaraciones de todos los servidores públicos y sus integrantes, que en teoría emanarán de la sociedad civil, dará seguimiento al patrimonio de los funcionarios. Hay penas graves para los funcionarios que exijan 'moches' a cambio de contratos y para los privados que entreguen beneficios a los servidores públicos a cambio de contratos.

Y en este entorno de corrupción, el país crece. El PIB creció 2.8 por ciento en el primer trimestre de este año, frente al mismo periodo del año anterior. Anualizado, el crecimiento es de 3.3 por ciento. El consumo privado mejoró en el primer trimestre de este año 2.9 por ciento anual, la demanda interna es sólida. A pesar de que la inversión pública decrece y alcanza los niveles más bajos en décadas, la inversión privada aumenta de forma sostenida.

Diversos estudios detallan los costos de la corrupción. Banco de México señala que en 2015 la corrupción le costó al país el 9.0 por ciento del PIB, es decir, un billón 602 mil 986 millones 130 mil pesos. El Banco Mundial coincide con esta cifra. De acuerdo con María Amparo Casar, en “México, anatomía de la corrupción” las prácticas corruptas le cuestan a las empresas 5.0 por ciento menores ventas, 5.0 por ciento menos inversión y 2.0 por ciento en productividad.

Sí, estamos creciendo cuando el mundo enfrenta un estancamiento económico. Pero podríamos crecer más. Estamos creciendo a esa tasa por los varios obstáculos al crecimiento: falta de infraestructura adecuada, bajo capital humano, informalidad laboral. Pero hay un obstáculo que está presente en todos los ámbitos, un obstáculo que nos tiene a todos hartos. Ese obstáculo es la corrupción.

Y a pesar de todo, se mueve.

La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

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