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lunes, 8 de febrero de 2016

Deslindes, columna de analisis politico social del pewriodista Armandoi Sepul0veda ganador del priemi nacional de periodismo

+ Temen los Políticos Exorcismo del Papa

Por Armando Sepúlveda Ibarra

Fuera de la hipócrita alegría del oficialismo por la visita del Papa Francisco a partir del viernes, la angustia se ha alojado en las mentes de la cúpula de los gobernantes en su creencia (o temor) de que la visita del líder de la Iglesia Católica exorcizará al país y echará a los malos espíritus al infierno terrenal, después de exhibirlos como los demonios que han traído más violencia, más inseguridad, más corrupción, más pobreza, más impunidad y la más irracional violación de los derechos humanos con los ejemplos de Acteal, Tlatlaya y Ayotzinapa.
Existe entre los empoderados un miedo real de que el claridoso jesuita aborde con toda la crudeza los dramas de la sociedad, comenzando por la salvaje desaparición y asesinato de decenas de miles de jóvenes y niños a manos del crimen organizado y de autoridades en acciones conjuntas y por separado, las matanzas cotidianas, las fosas clandestinas de cada día, la trata de personas y otras acciones abominables que vestirían de orgullo a la ferocidad de las dictaduras tipo la de Pinochet.
Y como cereza de este increíble pastel de calamidades, avaladas por las altas esferas de los priístas, panistas y perredistas y sus partiditos comparsas, pide mano en el orden de exhibirse ante la presencia del sucesor en el trono de Pedro, la monumental legión de corruptos y cínicos que pululan entre la clase política, al seno de los tres niveles de gobierno, de los partidos y los poderes. Al amparo de leyes amañadas en su provecho, roban los dineros de los mexicanos y nombran a monigotes para que juzguen sus trapacerías con mano amiga que los exonera para que continúen con sus andanzas típicas de la camarilla de Alí Babá.
Tanto les dolería a los gobernantes una mención directa del papa Francisco a una o varias de aquellas atrocidades, porque una condena así alcanzaría resonancia mundial u otro escándalo al record de este régimen, que la incertidumbre aconsejó al gobierno llevar al Vaticano sus cabildeos y ruegos para que, en visita relámpago como desesperada, urgente y fuera de agenda, se postrara la canciller Claudia Ruiz Massieu el 22 de enero pasado ante los altares del secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, a pedir con el tono lambiscón de la diplomacia alguna clemencia para la clase gobernante, de seguro con versiones distorsionadas sobre la realidad mexicana que, allá han de saberlo, desangra a México, saquea sus tesorerías y recursos naturales y empobrece más a los connacionales.
Francisco viene a decir verdades y, si la visión de los expertos se cumple, a desnudar al gobierno sin mentir y a quitarle las máscaras de sus falacias: arrojar luz sobre la oscuridad en un encuentro que, visto con ojos de teólogos, como rumorean entre el catolicismo preocupado por la situación de México, sería encararse Dios con el Diablo. Si el pronóstico sale cierto, terminaría la escasa credibilidad y mínimo respeto interno y foráneo a un gobierno que bastante temprano comenzó a tropezar y derrumbarse con sus propios errores, barbaridades, ligerezas y corruptelas de ligas mayores.
Por todos los medios a su alcance el gobierno ha intentado evitar una reunión de Francisco con los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos con la activa participación de agentes del Estado, según testimonian distintas versiones como los investigadores de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras instancias internacionales, contra las cuales el oficialismo y sus golpeadores de pantalla y papel han desatado una feroz campaña para tratar de desprestigiarlos mientras encaminan sus pasos hacia la afrentosa verdad de aquellos demenciales sucesos de Iguala.
Es imposible para cualquier mortal o ente de gobierno, por más que corrompan almas débiles, esconder por mucho tiempo verdades públicas o de vox populi con simple palabrería, dinero e investigaciones torcidas para protegerse del brazo de la ley, cuando existen indicios y pruebas que apuntan hacia los auténticos culpables. Tarde o temprano saldrá la luz sobre Ayotzinapa y otros crímenes de estado y la oportunidad de ser testigos de este resplandor podría ofrecerse durante los días de recorrido del papa Francisco por Chiapas, México, Michoacán y Chihuahua, entidades víctimas de un cúmulo de atrocidades citadas líneas arriba.
Aun cuando la agenda papal dejó fuera a los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa, un encuentro con Francisco quizá pueda lograrse en su agenda privada, para mayor zozobra del oficialismo. Quienes conocen más de cerca al pontífice intuyen que una estrategia en este sentido buscaría eludir más presiones del gobierno que, a toda costa, aspira a que el líder de los católicos ignore este grave e impune episodio del México reciente. Sería lamentable incluso para buena parte de la jerarquía de la Iglesia mexicana, que el obispo de Roma rehuyera a referirse a un tema que ha cimbrado las consciencias del mundo por la forma bárbara como atacaron a los jóvenes estudiantes normalistas y la ausencia de la verdad en las manipuladas pesquisas confiadas al cacique y corrupto ex gobernador de Hidalgo y procurador general destituido por sus mentiras, Jesús Murillo Karam, sobre quien ha de haber responsabilidades por elucidar.
Sabe la gente que Francisco tampoco dejará pasar el momento de airear la agobiante corrupción de los políticos mexicanos desde un país que gana todos los años los primeros lugares en el mundo de las corruptelas del planeta y, como es sabido, es el origen de la mayoría de los males que aquejan a los mexicanos. Allí andan sueltos, en busca de perdón e indulgencias, Moreiras, Montieles, Hanks, Salinas y otros politiquillos deshonestos, así como los modernos traficantes de influencias que estrenan mansiones a cambio de contratos multimillonarios de obra pública.
Ha sido esta clase política tan cínica que algunos de seguro intentarán acercarse, invitados por organizadores del periplo vaticano a ciertos actos o de espontáneos, a sentir el calor de la mano papal. Ya es público que entre la jerarquía católica una voces simpatizan con el gobierno y quisieran blindar a políticos de algún lance retórico de Francisco hacia las sensibles figuras de sus amigos gobernantes, como los oficiosos que descalificaron la certera crítica del vocero del arzobispado de México Desde la Fe que sólo repaso los graves problemas que asfixian al país y los mexicanos: violencia, asesinatos, desaparecidos, miseria y corrupción en todas las esferas del poder.
Más vale entonces que la corrupta y cínica clase política rece por sus almas cuando Francisco alumbre con su presencia y voz, a partir del viernes, con su tono crítico y convincente, la verdad sobre México y su fuego alcance a (dirían los teólogos) esos pecadores impunes por ahora.
armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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