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martes, 3 de noviembre de 2015

Última de pensiones


La semana pasada dedicamos tres colaboraciones a comentar acerca del documento que la OCDE publica acerca de la seguridad social en México. Decíamos que los cuatro puntos que recalca la institución son correctos: hay un costo importante del régimen de transición, son insuficientes los ahorros para los nuevos sistemas, la cobertura es muy escasa (por la informalidad), y el sistema está demasiado fragmentado (más de cien sistemas diferentes).

En esos artículos hice énfasis en que los problemas existen, pero distan de ser insalvables, o de exigir medidas draconianas. Primero, el costo del sistema de transición llegará, en su momento más complicado, a ser de 3 puntos del PIB más de lo que es hoy (es decir, llegará al doble del costo actual). Segundo, la insuficiencia de ahorro en los nuevos sistemas puede resolverse agregando el INFONAVIT a la suma final, e incrementando un punto al año la proporción del salario que ahorran los trabajadores. Tercero, la cobertura es efectivamente insuficiente, y se ha empezado a cubrir con programas sociales, que si se amplían a todos los informales implicarían cerca de un punto del PIB. Otra vez, es un costo importante, pero no imposible. Y, finalmente, la fragmentación existe, pero más del 90% de los pensionados están en dos sistemas: IMSS e ISSSTE, y cerca del 5% en los sistemas especiales del clientelismo: el RJP del IMSS (para sus trabajadores), CFE y PEMEX.

Destacados investigadores de estos temas discrepan. El profesor Alejandro Villagómez, experto en ahorro y autor del texto de SURA que referí el lunes 26 de octubre; Pedro Vásquez Colmenares, exfuncionario del ISSSTE y autor de Pensiones en México, la próxima crisis; el colega de estas páginas y conocedor del sistema financiero, Sergio Negrete Cárdenas (Econokafka); y el responsable de Consar, Carlos Ramírez, han expresado su desacuerdo conmigo. En diferente grado, para todos ellos hay un problema serio en pensiones que exige acciones, y éstas no van a ocurrir si no se transmite la inminencia del desastre.

Pero, con todo el respeto que tengo por los cuatro expertos mencionados, quiero dejar muy clara mi posición. El margallate de seguridad social que tenemos no vino del espacio exterior, sino que es resultado de decisiones de funcionarios que utilizaron los sistemas de pensiones como mecanismos de control político y mantenimiento clientelar. Sufrimos, además, del mismo defecto de todos los sistemas de seguridad social del mundo: se menospreció la capacidad humana para extender la vida. Sin embargo, con todo y ello, nuestro sistema de seguridad social es mucho menos problemático que cualquiera de Europa Occidental e incluso que varios de este mismo continente.

Hay, además, algo que no enfatizan ni los expertos ni la OCDE y que a mí me parece fundamental. Lo escribí cuando revisaba la crisis de las finanzas públicas en general (el 22 de septiembre): en el tema de pensiones, “un trabajador del sector público vale dos veces y media lo que uno privado, pero si trabajó en el IMSS, vale más de cuatro veces, y en PEMEX, más de seis.”

Y por eso mi indignación con el “tsunami de las pensiones”. Crear terror para impulsar una reforma que nos cargue el costo a quienes trabajamos en el sector privado sería una injusticia brutal. Con nuestro trabajo se financió, en lo que pudo, el IMSS, pero también de nosotros salieron las pensiones de los trabajadores del IMSS, la CFE y PEMEX, y los afiliados al ISSSTE. Y ahora van a proponer que paguemos también el ajuste. Pues no. De ninguna manera. Ya estuvo bueno.
Y eso es lo que tengo que decir al respecto.

El autor es profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

Twitter: @macariomx

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