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lunes, 2 de noviembre de 2015

Son señales?


Gerardo Herrera Huízar
A las complicadas condiciones de inseguridad que hemos padecido intensamente durante la última década, regularmente atribuída a la acción de la delincuencia organizada, se suma un tipo de violencia que hace años no se veía en México y cuyas características se identifican más que con la delincuencia común, con movimientos radicales de corte subversivo. Las detonaciones de artefactos explosivos en la estación Las Américas de la línea 2 del Mexibus la madrugada del pasado 31 de octubre, resultan peculiares en su forma y en su fondo.

Los reportes indican la existencia de ocho artefactos de fabricación artesanal colocados en diversos vehículos de transporte en la ruta que recorre el transporte y la explosión de cuatro de ellos. De acuerdo con las gráficas públicadas en diversos medios de comunicación, su estructura incluía un temporizador como mecanismo de detonación programada, lo que implica un conocimiento técnico por parte de quienes fabricaron dichos artefactos, lo que indica que no se trata de delincuentes comunes.

Evidentemente, los perpetradores de los ataques explosivos no tenían la intensión de ocasionar víctimas, ninguna de las explosiones provocó daños personales, pero aún se desconoce el móvil y nadie, al menos públicamente, ha reivindicado los atentados, como suele suceder cuando se trata de grupos con intereses específicos.

El presidente de Transcomunicador Mexiquense que tiene concesionada la operación de la línea 2 del Mexibús reveló que se han tenido otras agresiones en contra de la infraestructura del transporte en ocasiones pasadas, especulando sobre las posibilidades del origen de la violencia centradas en el interés de empresas privadas por obtener la concesión de la seguridad, lo que les representaría un rentable negocio, pero en la práctica, esto no pasa de ser tan solo una lucubración.

El peculiar atentado, por sus características (ubicación de los explosivos en los vehículos, horario, detonación programada, distribución coordinada) abre la puerta a toda clase de sospechas, dadas las circunstancias sociales y políticas actuales, más aún por el tratamiento oficial que se le ha dado al asunto, con una escueta declaración sobre la apertura de una carpeta de investigación sobre el caso. Debe recordarse que aún queda en el ánimo social la duda sobre las causas de la explosión ocurrida el 31 de enero de 2013 en las instalaciones de las oficinas centrales de PEMEX, en las que se determinó que se debió a la acumulación de gas, aunque surgieron diversas versiones respecto de un acto deliberado.

Por inocuo que parezca, la colocación de los artefactos da cuenta de una acción coordinada, planeada cuidadosamente y, aún sin ser reivindicada, porta el sello distintivo de organizaciones de corte subversivo que se mantienen activas en diferentes regiones de nuestra geografía y que gozan de una amplia libertad de acción para manifestarse donde y cuando les plazca.

La intensión del ataque parece clara: enviar señales de existencia y reto, mostrar capacidad de operación y exponer las vulnerabilidades que pueden ser aprovechadas para generar inquietud y temor. Lo que es todavía un enigma es el responsable y el destinatario del mensaje.

Por lo pronto, más allá de especulaciones, habrá que aguardar la versión oficial y los resultados de las pesquisas sobre un tema que puede ser el inicio o la reedición de una historia ya conocida.

Las condiciones políticas, sociales y económicas del México actual, no difieren notablemente de las de los años setenta o noventa, salvo por el grado de inseguridad y violencia que hoy se padece.

El autor es catedrático de la Universidad Anáhuac México Norte.

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