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miércoles, 28 de octubre de 2015

Pensiones para todos

Macario Schettino

En el estudio de la OCDE acerca de las pensiones se identifican cuatro retos para nuestro país. Ya hemos visto que los primeros dos son ciertamente retos importantes que exigen algunas decisiones y esfuerzos, pero no son tragedias inminentes, ni tsunamis de pensiones, como se dice. El tercer reto, sin embargo, es mucho más importante.

En México las pensiones se asocian al empleo, de manera que sólo quienes tienen empleo formal pueden tener una pensión. Y hoy menos de la mitad de la población que trabaja lo hace de manera formal, así que más de la mitad no tendría pensión. Hace unas décadas, la proporción de empleo formal era todavía menor, así que hoy cerca del dos terceras partes de las personas mayores no tienen un ingreso para vivir. Por eso, hace ya 15 años, López Obrador decidió dar un dinero a las personas mayores de 70 años. Como esperaba, ese grupo se convirtió en uno de los más fieles a su causa. Después, han ido apareciendo programas federales con este mismo fin.

De acuerdo con la información de CONEVAL, la dimensión en la que tenemos más riesgo de pobreza es precisamente la seguridad social. Una persona que se gana la vida en la economía informal, y que se mantiene apenas encima del nivel de pobreza, conforme envejece no tiene cómo compensar la reducción de ingresos que su vejez le provoca.

Hoy, los adultos mayores de 65 años representan cerca de 15% de la población en edad de trabajar (20 a 64 años). Esta proporción crecerá a 20% para el 2030, y a 30% para el 2050. En número de personas, hoy hay poco más de 8 millones de mexicanos de 65 años, o más. Para 2030, serán casi 14 millones, y para el 2050 superarán por poco los 23 millones de personas. El día de hoy, más de 5 de esos 8 millones no tienen pensión. Si se pagara una pensión de un salario mínimo mensual a cada uno de ellos, hoy eso costaría 126 mil millones de pesos, cantidad que crecería a 185 mil para 2030 y 250 mil millones para 2050. Eso significa 0.7% del PIB, prácticamente estable.

Nuevamente, no se trata de una cantidad extraordinaria, y podría cubrirse si se decide dedicar una parte del presupuesto a ello (y por lo tanto pagar más impuestos o gastar menos en otras cosas). Para quienes piensen que un salario mínimo como pensión es demasiado poco, coincido, es muy poco, pero es mucho más que lo que hoy reciben, que es cero. Y no olvide que la pensión promedio de quienes trabajaron formalmente y cotizaron al IMSS es de 1.5
salarios mínimos.

Como ocurre con los otros dos temas que habíamos revisado, no hay nada aquí de trágico. Puede resolverse, si se decide hacerlo. Exige un sacrificio presupuestal, que es perfectamente alcanzable. Es más, puede establecerse, como en otras cosas, un periodo de transición que simplifique la solución.

De los cuatro retos, ya nada más queda uno, que es la gran fragmentación de los programas: el IMSS (1973 y 1997), el
de los trabajadores del IMSS (RJP), el ISSSTE viejo, el ISSSTE nuevo, Fuerzas Armadas, Pemex, CFE, y cada entidad federativa y 33 universidades públicas tienen uno. Esto tampoco es inmanejable, y puede hacerse una especie de factoraje para consolidarlos. Como todo lo demás, lleva costos consigo, pero son compromisos que el gobierno mexicano estableció, y tiene que cumplir. Podemos hacer las cosas mejor de aquí en adelante, y asumir los errores anteriores y corregirlos. Pero no imaginemos tormentas en donde no las hay.

El autor es profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

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