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sábado, 26 de septiembre de 2015

Porqué cayó La Quina


Alfonso Diez
alfonso@codigodiez.mx



* Resurge el caso con la desclasificación de documentos en EU

* Pero, ¿qué había realmente detrás?



El 10 de enero de 1989, dos días antes de su cumpleaños número 67, “La Quina”, Joaquín Hernández Galicia, fue aprehendido por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari con un aparatoso lujo de violencia perpetrado por decenas de elementos de la policía y el ejército en la casa del líder petrolero en Ciudad Madero, Tamaulipas.

El caso resurge tras la desclasificación que el gobierno de los Estados Unidos acaba de hacer del testimonio que Fidel Velázquez, el exlíder de la CTM, dio a un funcionario de la embajada de ese país tras la detención de Hernández Galicia.

Tal desclasificación se logró gracias a las gestiones de The National Security Archive y la revista Proceso publica un análisis y resumen del testimonio en su edición 1658, de este domingo, en la que destaca la declaración de Velázquez de que la detención del antes poderoso dirigente petrolero fue una venganza política.

El testimonio recién develado, en realidad no aporta nada nuevo a los hechos conocidos. Ya era sabido que Salinas de Gortari se cobró las afrentas a que lo sujetaron tanto La Quina como Salvador Barragán Camacho desde antes de ser presidente de la República. El enfrentamiento surgió cuando Salinas, como secretario de Programación y Presupuesto, eliminó el porcentaje del 2% que recibía el sindicato de los petroleros por cada contrato que firmaba PEMEX y a esto se sumó el hecho de que Mario Ramón Beteta, director general de la paraestatal, firmó contrato con una empresa de transporte naviero que no era la de Barragán y Hernández Galicia.

El 6 de julio de 1988 se llevó al cabo la votación para elegir al nuevo presidente de la República y La Quina ordenó a los miembros del sindicato votar por Cuauhtémoc, no por Salinas, lo que determinó su suerte medio año después, a tan sólo un mes de que este último tomó posesión.

Qué había detrás

La Quina nunca dio su brazo a torcer. Insistió. Se empeñó en medir fuerzas con el entonces candidato presidencial del tricolor, Carlos Salinas de Gortari y cavó su propia tumba. Su última jugada se la permitió éste unos días antes de mandarlo arrestar, en una reunión privada que sostuvieron en la residencia oficial de Los Pinos.

El distanciamiento que existía entre la organización sindical y el gobierno era evidente. No podía ocultarse. Desde mucho antes del 4 de octubre de 1987, fecha en que fue "destapado" Carlos Salinas de Gortari, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana hizo público su abierto rechazo hacia el entonces Secretario de Programación y Presupuesto.

Salvador Barragán Camacho, José Sosa Martínez, Héctor Valladares, Fernando Carvajal Servín (a) "La Marrana", Sebastián Guzmán Cabrera, Juan José García Rodríguez, Carlos Romero Deschamps, Víctor Deschamps Contreras, Emérico Rodríguez y Onésimo Escobar, eran los nombres de los incondicionales de La Quina que sobresalían por sus múltiples ataques contra Salinas de Gortari.

Al comenzar 1988, en Salamanca, Morelia, Ciudad Madero, Ciudad Victoria, Coatzacoalcos, Minatitlán y Tula, La Quina celebró reuniones constantes con sus aliados, a quienes conminaba a ampliar su campaña de rechazo hacia el candidato Carlos Salinas de Gortari.

Incluso, en las mismas juntas de trabajo, Hernández Galicia planteó la posibilidad de impulsar la campaña de Heberto Castillo Martínez o de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Durante el primer encuentro entre el aspirante a la Presidencia de la República por parte del PRI y Joaquín Hernández Galicia, el abanderado priísta lo apabulló. Fue en la sede del partido oficial, donde dijo que terminaría con los cacicazgos y caudillismos de todo tipo, sobre todo con aquellos que se enriquecían a costa del sacrificio de los trabajadores eventuales.

Días más tarde, en Tampico, Salinas de Gortari volvió a repetir la dosis. Abordó el mismo tema. Y en Salamanca, Guanajuato, La Quina envió a su representante Salvador Barragán Camacho a enfrentar al candidato priísta. Sin embargo, a Barragán no supo o no pudo hacerlo. En las instalaciones del PRI, La Quina le recordó al después presidente que él no había sido el candidato de los petroleros.

En la primera semana de 1988, los incondicionales de La Quina amenazaron con abandonar las filas del PRI. Por instrucciones de él, Juan José García Rodríguez atacó de nueva cuenta la política económica de Miguel de la Madrid.

La Quina, con esto, sabía que podría estar próximo su fin. Incluso entre sus allegados comentó que iba a ser difícil doblegar los caprichos de Salinas. Textual: "Por eso se vale de todo tipo de golpes, para tratar de ablandar al aspirante presidencial".

Desde el mes de julio de 1987, los integrantes del sindicato petrolero, realizaron mítines en los centros de trabajo para denunciar lo que llamaron "política económica antipopular".

Luego, el 5 de septiembre de 1987, Fernando Carvajal Servín, del grupo de La Quina en Salamanca, declaró públicamente persona non grata a Salinas de Gortari. En una nota publicada por la edición de "El Nacional" en Guanajuato, lo acusó de "tener mucho que ver en los entorpecimientos que ha tenido el sector obrero para gestionar actividades laborales”.

El diario norteamericano "USA Today", en su edición del 8 de enero de 1988, dio cuenta, en la página 4, sección A, de lo que calificaba de "inusual ataque de Joaquín Hernández Galicia contra Salinas de Gortari”, y decía que se acusaba al candidato presidencial de no estar preparado para conducir a la nación.

"Este tipo de críticas es inusual en México, donde el Partido Revolucionario Institucional ha detentado el poder por 58 años y su candidato es virtualmente quien alcanza la victoria. Salinas de Gortari, de 39 años de edad, fue Secretario de Estado bajo el régimen del presidente Miguel de la Madrid", señalaba la nota del diario estadounidense.

Cuando Miguel de la Madrid designó a Salinas de Gortari como candidato, La Quina acusó al gobierno federal de corrupto, además de ser un pésimo administrador, pero ofreció que, aunque no era su candidato, tenía empeñada su palabra de respaldar a quien resultara electo, “ yo hago honor a mi palabra".

Reprochó al sistema político mexicano "haber postulado a un hombre sin carrera política. Un presidente no se hace en un año de campaña, pues en ese lapso no alcanza a conocer la problemática del país ni a adquirir la preparación suficiente y necesaria para hacer un buen papel como presidente. Por más buenas intenciones que tenga para mejorar la situación del país, poco podrá conseguir".

El discurso de Joaquín Hernández Galicia, en la asamblea sindical del 5 de enero de 1988, fue violento. También lo fueron las declaraciones de Salvador Barragán Camacho, recién estrenado como secretario general del sindicato, tanto que Manuel Alonso, entonces vocero de la Presidencia, se dirigió a los reporteros de la fuente para conseguir una grabación de todo lo que se había dicho.

Las diferencias entre los líderes petroleros, encabezados por La Quina y el gobierno de Miguel de la Madrid se ahondaban cada vez más. Los petroleros decían que la política económica y el Pacto de Solidaridad Económica eran los principales enemigos de los trabajadores.

Cuando la pugna estaba tomando fuerza, el gobierno canceló los contratos de obras. El conflicto por la flota petrolera dio lugar a una lucha más abierta contra el que era entonces director, Mario Ramón Beteta, a quien los líderes acusan de cuantioso fraude.

Y cuando aparentemente se había restablecido la concordia entre ambas partes, el presidente Miguel de la Madrid “destapó” a Carlos Salinas de Gortari, que no era el candidato de Hernández Galicia.

Los abrazos, los discursos "francos", el esfuerzo por aparentar concordia no pudieron ocultar la guerra declarada. La Quina no dejó pasar oportunidad para criticar la política económica del gobierno y sus funcionarios. Terminó su discurso con estas palabras: "Hemos sido manejados por pura fraseología hace muchos años. Ya es tiempo de marcar nosotros el camino, como lo marca la Constitución: El estado al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio del Estado".

La franqueza le costó cara, ocho años en prisión. Tiempo después, hace apenas tres años, quiso ser candidato a la presidencia municipal de Ciudad Madero, la ciudad origen de todos sus bienes y de todos sus males, pero no la logró. Sus amigos, socios y prestanombres, como Sergio Bolaños Quesada, también fueron encarcelados. Aunque éste último salió al poco tiempo de prisión, su poderío nunca sería el mismo y hasta el palacio que tenía en Beaver Creek, Colorado, fue rematado para pagar a Hacienda viejas deudas fiscales.

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