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viernes, 21 de agosto de 2015

¿Cuánto invierto en mis hijos?

Por Alberto Tovar



La pregunta podría ser irrelevante ante la respuesta automática de unos padres devotos: “invierto todo en mis hijos”.

El punto central es si en realidad se está haciendo una asignación adecuada y, sobre todo, con responsabilidad de largo plazo.

Si tienes hijos en edad escolar, de seguro te has dado cuenta de que los ingresos sólo los ves pasar con destino a cajones fijos como vivienda, alimentación, vestido, colegiaturas, actividades extracurriculares o diversión de la familia, entre otras cosas.

En un ciclo de vida estándar hay un momento que se tiene el mayor nivel de gasto, sobre todo si hay dependientes a nivel universitario.

Es en ese lapso cuando es fácil caer en problemas de endeudamiento, porque podría coincidir con alguna deuda hipotecaria y de autos.

El punto central es vivir de acuerdo a nuestro nivel socioeconómico y teniendo como contrapeso las metas futuras, porque si se llegan a presentar dificultades financieras afectaremos el bienestar de toda la familia.

El mejor antídoto para evitar erogar más allá de lo prudente es establecer un presupuesto con base en la capacidad de pago. De esa manera, los útiles escolares, colegiaturas, uniformes, transporte, etcétera, habrán de ajustarse y moderarse.

Existe el riesgo de que el monto sea insuficiente para lo mínimo, con lo cual habrán de revisarse otros conceptos para cortar.

Con el deseo de darles lo mejor de lo mejor a los hijos, se les puede colocar en un nivel de gasto fuera de las posibilidades reales y el riesgo es que cualquier contingencia termine en un drama financiero que los perjudique en mayor medida, pues eventualmente significaría sacarlos de una institución privada.

El saber que el recurso económico debe cuidarse es parte del aprendizaje y genera madurez en un futuro cuando deban manejar su propio dinero, en lugar de caer en una especie de competencia entre familiares o amigos, para ver quién gasta más en los muchachos.

Otro punto central es que no todas las universidades privadas son buenas en ciertos campos de especialidad, así como reconocer que hay universidades con grado de excelencia en algunas disciplinas.

Además, es cierto que el alma máter cuenta en el currículum, pero también la experiencia y el emprender otro tipo de capacitación.

Sobre todo, hay que ser realista si ya se tiene una crisis financiera, pues la negación y continuar erogando grandes cantidades lleva tarde o temprano al quebranto. Es preferible comunicar a tiempo la insolvencia y esperar el apoyo de la familia.



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