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jueves, 2 de julio de 2015

Nuestra desigualdad (extrema) …bien gracias y ¿nuestra democracia?

Por Blanca Heredia



De acuerdo a los datos de un estudio elaborado por Gerardo Esquivel y publicado recientemente por Oxfam, la concentración de la riqueza en México es una de las más altas del mundo. Si bien vivimos las realidades de un país salvajemente desigual todos los días, las cifras aportadas por el estudio sobre esa desigualdad no dejan de ser impactantes.

Las principales contribuciones del trabajo de Esquivel son dos. La primera consiste en ofrecer nuevas estimaciones sobre el porcentaje del ingreso nacional correspondiente al 10 por ciento de mayores ingresos. La segunda tiene que ver con generar la primera estimación sobre el porcentaje del ingreso del país correspondiente al 1 por ciento más rico de los mexicanos. El autor considera importante realizar nuevas estimaciones de dichas cifras dadas las crecientes discrepancias entre las cifras de las encuestas de ingresos de los hogares y las cuentas nacionales. Para ello y ante la falta de acceso en México a datos fiscales, emplea una metodología que toma como referencia la situación del ingreso y la desigualdad en tres países similares al nuestro (Chile, Colombia y Uruguay), mismos para los cuales hay datos públicos no sólo de ingresos, sino también fiscales.

En relación al primer tema y directamente en contra de lo que indican las cifras de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH), Esquivel muestra que la concentración del ingreso en México ha venido creciendo de forma muy acelerada de los 90 a la fecha. Así, el porcentaje del ingreso nacional que corresponde al 10 por ciento más rico de los mexicanos pasó de alrededor de 49 al 56 por ciento en 2012. Un aumento de 7 por ciento, en lugar de la disminución también de 7 por ciento de acuerdo a la ENIGH

Por lo que hace al porcentaje del ingreso nacional correspondiente al 1 por ciento más rico de los mexicanos, Esquivel estima que este es del 21 por ciento. O sea, el 1 por ciento más rico concentra una quinta parte del ingreso total de los mexicanos. La cifra es bastante fuerte, pero lo es aún más cuando la comparamos con la situación de los otros 23 países con los que se compara a México en este trabajo, a ese respecto. Por ejemplo, con China, país en el cual a pesar del muy importante aumento de la desigualdad en las últimas décadas, el 1 por ciento más rico concentra alrededor del 6 por ciento del ingreso total. Los más cercanos a nuestros aparatosos niveles de concentración: Colombia con poco más del 20 por ciento y los Estados Unidos con cerca del 17.

El estudio de Esquivel también incluye datos sobre la situación y evolución de los millonarios y multimillonarios en México. Los números que reporta en relación a estos grupos, sin embargo, provienen de otras fuentes, pues, (de nuevo) la falta de acceso a datos fiscales hace imposible generar estimaciones confiables sobre la riqueza de los mexicanos. Las cifras citadas son también de llamar la atención.Por ejemplo y de acuerdo a un reporte de WealthInsight de 2013, el número de mexicanos con una riqueza neta superior al millón de dólares en 2012 ascendió a 145 mil individuos, cuya riqueza en conjunto era de alrededor del 43 por ciento de la riqueza total del país. Porcentaje, por lo demás, muy superior al promedio correspondiente (39 por ciento) a los millonarios en otros países. Finalmente y en marcado contraste con lo ocurrido a nivel mundial, donde el número de millonarios se redujo en 0.3 por ciento entre 2007 y 2012, en México ese número creció en 32 por ciento.

En suma, concentración extrema del ingreso y la riqueza, y aumento de dicha concentración desde mediados de los 90 y muy especialmente durante la primera década de este siglo. No es nueva nuestra desigualdad extrema. Las estimaciones de Esquivel nos ayudan a contar con datos más firmes de ello, pero tampoco es esta la primera noticia que tenemos de nuestra brutal desigualdad y su creciente intensidad.

Una de las preguntas centrales con las que me dejaron estos datos es su coincidencia con nuestro tránsito a la pluralidad y la competencia electoral efectiva. De la democracia cabría esperar una mayor voz y una mayor influencia de las mayorías. Si estas, como en nuestro caso, son en su mayoría personas en situación de pobreza, sería plausible suponer que estas exigirían a cambio de su voto políticas que les permitieran acceder a una mayor porción de la riqueza nacional.

Aquí no sólo pasó eso, sino que pasó lo contrario. ¿Por qué?

Twitter:@BlancaHerediaR

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