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viernes, 10 de abril de 2015

Precio del huevo, mayor angustia entre mexicanos

Mientras México se enfrenta a dos años de austeridad del gobierno, nada simboliza más la sensación de malestar de la gente que el aumento en el precio del huevo.

El crecimiento económico poco espectacular, el dolor del incremento de los impuestos, la caída de la producción petrolera, el sustento de la economía y la perspectiva de que este año y el próximo el gobierno realice recortes al gasto público por un valor de 1.5 por ciento del producto interno bruto, ponen un freno al estado de ánimo después de la embriagadora esperanza de que las ambiciosas reformas del presidente Enrique Peña
Nieto pondrían a México en la vía rápida hacia la prosperidad.

Pero el aumento en el precio de uno de los alimentos favoritos pone de relieve la volatilidad y la incertidumbre que nublan el horizonte. La segunda economía más grande de América Latina es el mayor consumidor de huevo del mundo, con un enorme nivel de 22 kilogramos por cabeza al año pasado, y la autoridad antimonopolios investiga si el incremento en el precio, que en algunos lugares se duplicó en las últimas semanas, es el resultado de un mercado amañado.

La inflación está bajo control, se arrastra justo por debajo del objetivo del banco central de 3 por ciento de principios de marzo, pero Alberto Ramos, economista para Latinoamérica de Goldman Sachs, ve que “la débil confianza del consumidor y empresarial añaden adversidades a la actual recuperación económica”. Las cosas no son implacablemente sombrías: la economía de México suele moverse en tándem con la de EU, el destino de cuatro quintas partes de sus exportaciones, y el panorama allá mejora. La industria de producción de automóviles de México y los sectores de construcción están en auge, y los recibos de telefonía móvil y de electricidad van para abajo, lo que el gobierno dice es una prueba de que las reformas presentan resultados.

Además, el crédito bancario aumenta y el turismo, con un valor de 16 mil millones de dólares el año pasado, puede beneficiarse con la reciente debilidad del peso frente al dólar, y el efecto James Bond: una parte de la última película del 007, Spectre, se filma en la capital mexicana.

Como Edna Jaime, directora del think tank, México Evalúa, lo expresa: “El desempleo se reduce, el empleo aumenta, pero el salario mínimo sigue bajo, eso ayuda a explicar la falta de conexión entre la creación de empleos y la sensación de malestar”.

Agrega: “La reforma fiscal (que entró en vigor el año pasado) también fue un golpe, creo que las familias mexicanas sienten que sus ingresos recibieron un duro golpe y eso se refleja en el consumo”.

Seis de cada 10 empleos en México se encuentran en el sector informal —donde los trabajadores no pagan impuestos y no tienen prestaciones— y el salario mínimo es cuando mucho de la miserable cantidad de 70.1 pesos diarios, lo que abre una enorme distancia entre los multimillonarios y los que trabajan en los centros industriales del país y los desvalidos empobrecidos en otros lugares.

Como escribió Salomón Chertorivsky, secretario de Desarrollo Económico del gobierno de la Ciudad de México la semana pasada en el periódico Reforma: “En el cuarto trimestre de 2014, el número de mexicanos con ocupación de algún tipo no podía llegar al día de su pago quincenal, su principal fuente de ingresos, fue de 54.77 por ciento”.

El progreso y el potencial compiten con los viejos vicios de la delincuencia y la corrupción en una sociedad fascinante y cambiante.
El gobierno busca manejar las expectativas de cuando los mexicanos empezarán a sentir el beneficio de las reformas estructurales que impulsó en los dos primeros años el gobierno del presidente Peña Nieto, especialmente los que estimulan los préstamos, fomentan la competencia, reducen los precios en telecomunicaciones y elevan un decaído sector energético.

Desafortunadamente para el gobierno, los precios internacionales del petróleo se desplomaron justo cuando se preparaba para invitar a la inversión privada en el sector de energía por primera vez en casi 80 años, lo que deja menos ingresos para el gobierno, que depende del petróleo para financiar una tercera parte de su presupuesto y lidia con una menor producción.

La caída del precio del petróleo desajusta sus cálculos: Se esperaba que Pemex produzca solo 2 millones 290 mil barriles diarios este año, después de la cifra decepcionante de 2 millones 430 mil barriles del año pasado, y el gobierno se prepara para volver a empezar desde cero el presupuesto para 2016, en lugar de simplemente ajustar el paquete del año pasado.

Pemex y el gobierno soportan recortes de gastos de 0.7 por ciento del PIB este año y los funcionarios planean recortes de 0.8 por ciento para el próximo año, mientras la gente se prepara para las pérdidas de empleos previstas en el sector público.

El gobierno todavía espera que se puede alcanzar un crecimiento de 5 por ciento en 2018, pero las promesas del presidente Peña Nieto se cayeron de su nube.

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