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viernes, 24 de abril de 2015

El futuro de México está en chino

Por Jorge Suárez-Vélez

En las últimas décadas el mundo ha ignorado enormes retos estructurales. Éstos se asoman cada vez con más frecuencia, provocando crisis crecientemente dolorosas. Ante la limitación de espacio, sólo puedo enunciar que la crisis japonesa de 1989 es la misma que la del dot com de 2001, que la inmobiliaria de 2008 y que la que viene.

En mis 17 años de comentarios en CNN en español desarrollé la desafortunada imagen de ave de mal agüero al empezar a hablar de estas últimas dos, con un par de años de anticipación. Llevo cuatro hablando de la crisis china que viene. En el camino he enfrentado a respetables críticos, desde José Ángel Gurría, de la OCDE, en una conferencia en el ITAM, hasta Jacques Rogozinski, de Nafinsa.

La diferencia en opinión proviene de no reconocer el problema, sino de esperar resolución exitosa. Es fácil notar las claras señales de irracionalidad. En el caso chino, sin embargo, muchos piensan que el inteligente y poderoso gobierno tomará medidas que eviten el peor desenlace. Otros pensamos que no siempre se cuenta con capital político para decisiones dolorosas, y se requiere de cierto entorno internacional.

Uno aprende, a golpes, que para que las burbujas revienten es necesario un catalizador. Como alguna vez me dijo un extraordinario inversionista profesional, “la irracionalidad puede permanecer en los mercados por mucho más tiempo del que uno puede mantenerse solvente”, por lo que apostar contra éstas puede ser una estrategia suicida.

En el caso de China hay dos catalizadores posibles. Primero, que en su intento de pasar de ser un país predominantemente exportador a uno que desarrolla su mercado interno, su economía se desacelere demasiado. Como cuando uno maneja un automóvil, para cambiar de dirección hay que frenar, y eso puede resultar políticamente complicado.

El segundo y más inminente catalizador está en un posible desplome del mercado inmobiliario, que provoque una crisis de crédito. Como en el caso de las burbujas inmobiliarias de Estados Unidos y Europa en la década pasada, mucho del crecimiento en precios proviene de demanda especulativa que ha sido financiada con carretadas de crédito. Éste no siempre proviene de bancos y entidades reguladas, por lo que es difícil evaluar si la entidad que prestó tiene el capital necesario para sobrevivir una crisis severa.

El endeudamiento total chino pasó de 147 por ciento del PIB en 2008 a 251 por ciento en 2014. Ha habido un desmedido crecimiento de empresas financieras fiduciarias. Éstas tienen activos por más de dos billones (millones de millones) de dólares, son la piedra angular del llamado sistema bancario de sombra o paralelo.

Este lunes, el conglomerado inmobiliario Kaisa dejó de pagar 52 millones de dólares de intereses sobre su deuda. La acción de la empresa ha sido suspendida en el mercado de Hong Kong después de caer 48 por ciento en cuatro meses, a pesar del alza en la bolsa (parcialmente provocada por compras de los bancos). La reestructuración de la deuda propuesta por la empresa implicaría una pérdida de 40 por ciento para quienes tienen bonos. Es el primer default en el mercado de bonos de empresas inmobiliarias que vale 48 mil millones de dólares. 34 de éstas han emitido deuda 'chatarra' en los últimos años. Su rentabilidad potencial es hoy mucho menor, debido a la cruzada anticorrupción emprendida por el gobierno de Xi Jinping, que limita acceso a jugosa obra pública.

Quienes creen en un aterrizaje suave de la economía china, confían en los cuatro billones de dólares de reservas con que cuenta el gobierno, factor relevante, sin duda. Pero, recordemos que todo el financiamiento de esas empresas fiduciarias no reguladas se hace con ahorro de la gente. En la búsqueda de rentabilidad, muchos inversionistas asumieron enorme riesgo crediticio. Si hay una corrida contra fiduciarias, el gobierno chino enfrentará la disyuntiva de dejarlas quebrar y ver cómo millones pierden su ahorro, o asumir un costosísimo rescate.

La economía china claramente se desacelera. El mundo pronosticaba que sus exportaciones aumentarían 8.0 por ciento de marzo a marzo, éstas bajaron 15 por ciento. No están inmunes a la debilidad económica y al estancamiento en la demanda global. Sus importaciones también bajaron 12 por ciento, reflejando menor actividad económica local y afectando en forma grave a los países que les exportan materias primas. La inversión en activos fijos está en su punto más bajo en 15 años, y el uso de capacidad para transporte marítimo es el menor desde 2008.

Hagámonos a la idea de que México no es una isla. A pesar de la incuestionable recuperación estadounidense que explica la totalidad de nuestro mediocre crecimiento económico, hay factores exógenos que podrían hacer que la segunda mitad del sexenio sea infinitamente más complicada. Nos urge una segunda ronda de reformas estructurales que ahora sí se atrevan a hacer cambios de fondo temas como el fiscal y educativo. Puede ser la última oportunidad para lograrlas.

Twitter: @jorgesuarezv

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