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jueves, 12 de febrero de 2015

Deslindes



Investigar a Peña Nieto, Otra Farsa


Resulta cómico y burlesco, ingenuo y también ofensivo a la inteligencia de los mexicanos, el nuevo sainete de la clase política interpretado la semana anterior por el señor Peña Nieto y sus consejeros con el hilarante guión y orden de que un subordinado suyo, de reciente ingreso a su corte, investigue al huésped de Los Pinos, a su esposa y a su secretario de Hacienda sobre el estelar escándalo de conflictos de interés y sospechas de corrupción en la compra de mansiones y residencias campestres a proveedores consentidos de su gobierno y, para sorpresa general, le dicta de una vez la sentencia: dígale al mundo que somos inocentes.

Como broma o encargo para un día de los inocentes pasaría esta insólita decisión entre anecdotarios festivos de países democráticos y enemigos de la corrupción y la impunidad, pero manejarlo con bombo y platillo como una política efectiva para combatir los latrocinios entre la alta burocracia nacional suena a paradoja si uno considera cómo la podredumbre sepulta cada día más a las instituciones de México junto con sus cabecillas.

Con el encargo a Virgilio Andrade minutos después de haberlo nombrado titular de la resucitada e infecunda Secretaría de la Función Pública, para que les indague a los tres personajes la forma como se beneficiaron con los inmuebles a precios de ganga y plazos e intereses de cuates, por debajo de las normas del mercado, gracias a sus relaciones y complicidades con las empresas vendedoras Higa y Constructora San Román, se crea otro conflicto de interés y, para elucidarlo, habría que designar a un tercero que investigara a su vez el proceder del flamante nuevo secretario anticorrupción.

Escoger a Virgilio Andrade fue un acierto de Peña Nieto y sus consejeros para sus fines de pretender de nuevo jugarle a la sociedad el dedo en la boca, a reserva de que el acto parece, según la opinión pública nacional, una comedia fallida de Chespirito que delata la nula voluntad política del gobierno para atacar la corrupción, la impunidad, el tráfico de influencias y demás estafas de la clase política. Había para elegir entre otras grandes figuras del viejo y nuevo PRI, para una encomienda tan delicada, a personalidades de las tallas de Carlos Romero Deschamps, Arturo Montiel y Raúl Salinas de Gortari, o quizá el trío componga la terna para un definitivo fiscal anticorrupción por el cual, por cierto, velan armas tanto el PAN como el PRD, en cuyos senos abundan los candidatos a sentarse en el banquillo de los acusados y hospedarse en Almoloya de Juárez, a partir de sus lideratos.

Las cartas credenciales de Andrade revelan su estrecha amistad de muchos años con el secretario de Hacienda y ministro del año, Luis Videgaray, quien fue su jefe en la burocracia; su paso por el fraudulento Instituto Federal Electoral como representante suplente del PRI y después consejero de 2003 a 2010, incluso en 2006 cuando otorgó su votó por el despojo del triunfo de Andrés Manuel López Obrador y la imposición de Felipillo Calderón en la Presidencia de la República entre el cochinero de los notables del IFE. Faltaría mencionar el detalle de que su padre Virgilio Andrade y su tío han sido de antaño los abogados de Carlos Romero Deschamps, ícono de la corrupción activa a la muerte de su padrino Joaquín Hernández Galicia La Quina y el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, ambos otrora figuras de primer nivel del priato.

A su modo el señor Peña Nieto y sus fallidos consejeros, que más bien parecieran sus enemigos cuando le soplan al oído sus estrategias aldeanas para engañar tontos, responden con la torpeza y la superficialidad y el discurso con rollo demagógico y la intención de engañar a los mexicanos y dejarle al tiempo que diluya de las escandalosas marquesinas mundiales su infaltable nombre, si hablamos de la impunidad, la corrupción, la violación de los derechos humanos, las desapariciones forzadas, los crímenes de lesa humanidad, etcétera.

Porque si hubiera una voluntad política auténtica para luchar contra la corrupción y la impunidad en las decadentes instituciones, el señor Peña Nieto hubiera exigido que se creara una comisión independiente, con mexicanos de sobrada probidad y prestigio, para que averiguara entre los ocultos y aún inaccesibles contratos y declaraciones fiscales las formas como él, su esposa y el ministro del año consiguieron sumar a sus patrimonios las mansiones de Las Lomas, Malinalco e Ixtapan de la Sal, que se aquilatan en millones de dólares. Si como dice el propio orgullo de Atlacomulco nada debe ni teme: ningún pantano ha manchado su estampa, debe entonces permitir a un grupo imparcial y honesto que esculquen entre esos tufos de conflictos de interés y sospechas de deshonestidad y resuelva sobre la verdad al margen de los dichos personales de simple bla bla bla que abogan por sus inocencias.

Acá y en el extranjero la noticia de que el señor Peña Nieto pidió que le investigaran se recibió cual anuncio de otro circo más y, sin duda, a todos los críticos de oficio y mexicanos pensadores con tres dedos de frente – como decían antes -- les supo a un simple acto de desesperación de la clase gobernante la falsa y risible encomienda a Virgilio Andrade, para buscar congratularse con medios de influencia mundial, como el inglés The Economist y el estadounidense The Wall Street Journal, rotativos que después de encumbrarlo como el salvador de México y otros títulos propios de la ridiculez periodística, han derrumbado la figura del señor Peña Nieto de su frágil pedestal hasta echarlo fuera del círculo de sus preferidos por – afirma el británico -- hundir a México en “un pantano”, así como enlodarse con las sospechas de corrupción en las alturas.

Da la impresión de que las decisiones para hacer frente a las adversidades prohijadas por sus cadenas de errores, deslices, impericias y barbaridades, sin faltar la corrupción y la impunidad, se toman al calor del nerviosismo y la desesperación por atajar las avalanchas de críticas a nivel mundial, la pérdida de confianza y credibilidad y el aumento acelerado de la desaprobación de los mexicanos a la forma en que Peña Nieto y su equipo de inexpertos y autoritarios burócratas manejan al país, agazapados muchas veces en el despotismo y hasta en la amenaza velada de usar la represión para contener las protestas, el gigantesco descontento nacional contra su mal gobierno.

Han de saber los señores en el poder que para acotar la inconformidad y recuperar algo de respeto entre los mexicanos, necesitan actuar la ley en la mano y con soluciones a los graves problemas políticos, económicos y sociales por donde vienen empujando al país rumbo al indeseable desfiladero, más que discursear con falsedades y la esperanza de que la palabrería vana y complaciente los salvará del juicio popular y los sacará de la barranca adonde cayeron y, de remate, postraron a la nación.

Peña Nieto y su grupo, ni duda cabe, viven presos de ansiedad por escapar de la angustia de hallarse en un pantano de escándalos de corrupción, descrédito y de crisis de legitimidad y están sometidos al escrutinio internacional por los crímenes de estado y el lodazal de corruptelas en todas las esferas de la administración pública, desde burocracias medias hasta el propio debilitado mandatario.

Hijo de sus propias obras, al señor Peña Nieto le urge cerrar el paso al vendaval que fluyó y viene con toda su fuerza arrolladora desde el crimen de estado de Ayotzinapa acosando a su tambaleante gobierno porque, lejos de tomar al toro por los cuernos e infundir confianza entre la gente con respuestas y soluciones acordes a la realidad, su equipo dedica el tiempo a esconder la verdad, a mentir y a desacreditar a los demás como si vivieran los tiempos de la dictadura perfecta, cuando sus actitudes y reacciones a sus conflictos competían con las de las tiranías.

Aun con las farsas de moda, los señores empoderados cuanto más se mueven más se hunden en el interminable pantano de suciedad y falacias, aunque – diría The Economist – “no entienden que no entienden…”

armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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