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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Deslindes

Ayotzinapa Pone en Jaque al Sistema


A nadie convence y a todos indigna la fantástica trama de horror que el viernes exhibió el procurador Jesús Murillo Karam, con poca fortuna para sus fines, tal vez poseído por la ansiedad de salvar al gobierno de su culpa en el afrentoso crimen de Estado de Ayotzinapa que, vale advertirlo, ya puso en jaque a las instituciones, desnudó la incapacidad oficial para esclarecerlo y desencadenó vacíos de poder y signos de ingobernabilidad.

Antes que el señor Peña Nieto volara a China como si huyera del ensordecedor reclamo e ira nacional y mundial por la barbarie contra normalistas en Iguala y temiera más desgaste a la indumentaria presidencial, la clase política en el poder quiso allanarle una salida airosa con la versión insustancial, con tintes de una terrorífica narración de Edgar Allan Poe, sobre la cuarta muerte de los 43 estudiantes desaparecidos por la fuerza pública entre el 26 y el 27 de septiembre pasado, con violencia criminal, frente a los indiferentes ojos de las policías estatal y federal y de la zona militar.

Con aquel peliculero y fallido libreto el gobierno intentaba además, confiado en la inocencia y sumisión de los mexicanos, sepultar el espeluznante crimen de lesa humanidad, calmar los ánimos, darle vuelta a la página al tenor del clásico borrón y cuenta nueva y, sobre todo, levantarle la cabeza al señor Peña Nieto para cuando hubiera de presentarse ante las economías del mundo en China y Australia con rostro menos sucio, pudiera ofrecerles las bondades de la reforma energética o sus argucias cupulares para entregarles con prontitud los recursos de la patria y abollarle su soberanía por cederle espacios al depredador capital multinacional.

Ni el propio Murillo Karam, con su cansada humanidad a cuestas, creyó en sus débiles y deshilados argumentos que mostró incluso con una gestualidad y tono de voz poco convincentes después de haber dado a la opinión pública, a lo largo de 45 días, indicios de que ya antes habían encontrado, en distintos momentos y lugares, los restos de los normalistas, la primera vez en las fosas clandestinas, la segunda en los basureros de Iguala y Cocula y la tercera bajo las aguas de un río.

En su espectacular conferencia con la prensa el viernes 7, difundida con los avances del marketing manipulador y con las ansias de pegar fuerte y abrir una zanja en el subconsciente colectivo de los mexicanos para colocarlo de su lado frente al descontento general callejero que ya corea a todo pulmón “¡Fue el Estado!” y “¡Fuera Peña!”, el procurador exhibió la flaqueza del gobierno y la desesperación por zafarse del naufragio por donde la tempestad los lleva a pique.

Ni un alma sale a defenderlos del acoso social por el crimen de lesa humanidad, ni siquiera los beneficiarios de las tarjetas de Soriana y Monex a quienes compraron sus consciencias y votos para hacerse del triunfo en las elecciones de 2012. (Valdría la pena asomarse a la historia universal y los avatares de países con sistemas decadentes, con predominio de la corrupción y la impunidad, en especial al axioma de que, en esas condiciones y sin apoyo popular, es difícil sostenerse).

Desprovisto de la contundencia que da la verdad, el señor Murillo Karam balbuceó cuando le preguntaron si los del gobierno consideraban la salvaje agresión a normalistas como un crimen de estado o por qué el ejército, a unos pasos de los hechos, nunca intervino. Iguala no es México, replicó y supuso que los militares, al entrar en acción, se hubieran puesto del lado de los policías municipales (que balearon, secuestraron y desaparecieron a los estudiantes).

Sabe el procurador y sabe también toda la clase política, desde el partido en el poder hasta los autocalificados como de oposición (¿a qué se oponen si comen en el mismo plato?), así como los otros órganos dizque independientes pero a su servicio, que ya nadie les cree sus cuentos ni tienen representatividad alguna de la sociedad y, por lo contrario, por la calle y por todos los rincones del país los tachan de ineptos y corruptos, autoritarios e impunes, antidemocráticos y prepotentes, salteadores del erario y demagogos.

¿Cuántos gobernadores, alcaldes y tesoreros corruptos atraen la memoria del lector con sólo ojear los escaparates del priísmo, el panismo y el perredismo y sus costosos y deshonestos satélites? Y todavía faltaría agregarles sus alianzas con el crimen organizado y el gigantesco lavadero de las campañas electorales por donde se deslizan los dineros mal habidos que después se cobran con territorios como en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, etcétera, etcétera, etcétera.

Algunas veces Murillo Karam tropezó con sus contradicciones, pero la suma de las diferentes películas del gobierno que fueron con los días desechadas, establecen con toda la irresponsabilidad imaginable impropia de cualquier autoridad, que a los 43 normalistas víctimas de desaparición forzada por el Estado, el oficialismo primero los exhuma de fosas clandestinas, luego los encuentra en basureros, más tarde los bucea en ríos y ahora, con el último relato macabro del viernes pasado, para mayor dolor de los padres, los familiares y la sociedad, los agrede, secuestra, tortura, asesina, quema en pira, descuartiza los restos, los embolsa, los transporta y arroja a las aguas de otro río donde conjetura que se diluye toda huella. Ni la fértil imaginación del realizador Albert Hitchcock, con su maestría del misterio y el suspenso, hubiera concebido un terror así de bestial, más cuando nadie justifica una matanza de esta naturaleza, si existiera alguna mente tan perversa y sádica para justificarla.

La pobreza de recursos intelectuales y de ética han llevado de la mano a los gobernantes a poner en cadena nacional la cruel e inhumana exposición del supuesto fin de los 43 normalistas, como certeras puñaladas al corazón de sus padres y familiares y de la opinión pública, con el apoyo científico en la simple versión grabada a tres delincuentes que dicen ser autores materiales de los asesinatos, pero al señor Murillo Káram también le fallaron sus cuentas: nunca dijo cómo sus valiosos personajes, los señores identificados por el procurador como El Jona, El Pato y El Chereje, de absoluta respetabilidad como para creerles, sometieron solos a los 43 normalistas, ni habló jamás del móvil cuando todos en el mundo buscan una explicación a los motivos de la barbarie que tambalea al señor Peña Nieto y su grupo en el poder e imanta las críticas internacionales a su incapaz estilo de gobernar.

Exacerba más aún a la gente que el inquilino de Los Pinos, malaconsejado por algún otro insensible y sin oficio político, salió corriendo a Pekín, para hacer el intento de dejar atrás el fantasma de Ayotzinpa y el nuevo escándalo de su mansión de Las Lomas de Chapultepec -- valuada en siete millones de dólares y con raras ligas con la desaseada asignación de la obra del tren ligero México-Querétaro que fue abortada por necesidad --, con una comitiva que incluye a un maquillista, quién sabe para qué.

Rodeado de un equipo ineficaz y aldeano y proclive al negocio, útil sólo para la demagogia y la simulación, el señor Peña Nieto parece confundido entre las manifestaciones públicas y la descomposición de las instituciones, entre una violencia descomunal y un sistema político rehén de la corrupción y la impunidad, a menos de dos años de haber tomado el poder tras impugnados comicios manchados con la compra de millones de votos.

Ya han de saber los señores de esta decadente clase política en el poder, incluyendo a los opositores, que la barbarie de Ayotzinapa se ha vuelto un parte aguas y si, como el gobierno teme, crece más todavía el desencanto y la protesta en busca de la verdad y la justicia, mejor habría sido llegar al fondo de todo, cueste lo que costare.

Porque la sociedad no tolerará más actos propios de tiranías.

armandosepulveda@cablevision.net.mx
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