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jueves, 27 de noviembre de 2014

Cárdenas…

Fin de una época

México, DS.F.- "Cambiar a golpe de votos", solía decir en sus discursos en las plazas regularmente atestadas, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, desde 1988 cuando consumó su mayor expresión de liderazgo político, a la cabeza del movimiento que horadó al Partido de Estado y cambió al País.

Nacido un primero de mayo hace 80 años, hijo del matrimonio del General Lázaro Cárdenas del Río y Amalia Solórzano, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano es el último líder político identificado de raíz con la ideología de la Revolución mexicana y con el nacionalismo. Su renuncia al Partido de la Revolución Democrática (PRD), cierra en definitiva una época política, no sólo para la izquierda partidista y social, sino para el País. Transformó a la izquierda partidista en una fuerza electoral competitiva, gobernante, que abandonó el papel testimonial.

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano siempre asoció su trayectoria política y profesional a su padre Lázaro Cárdenas. Y siempre, frente al imaginario popular, fue asociado a la posibilidad de resucitarlo políticamente.

En el libro "Sobre mis pasos", un testimonio personal, una autobiografía publicada en 2010 justo en el centenario de la Revolución Mexicana, el fundador del PRD subraya que su ruta estaba determinada por el ejemplo paterno.

En un pasaje refiere cómo en abril de 1957, recién titulado como ingeniero civil, acompañó a su padre a Vicam, Sonora, para encontrarse con los yaquis, tribu a la que el General había beneficiado con el reparto agrario 20 años antes durante su gobierno.

"Seguramente los recuerdos de su actuación en la zona durante la Revolución, las disposiciones que tomó desde la presidencia a favor de la Tribu, desvirtuadas por los regímenes posteriores, y mil recuerdos más, hicieron que cuando se vio frente a los yaquis, a los que sentía como parte de sí mismo, lo llenaran de dolor y por unos momentos se le cerró la garganta y se le rasaron los ojos. Eso constituyó una de las impresiones más fuertes que yo haya recibido de él, quien como nadie sabía controlar sus emociones. Por largo rato sentí un apretado nudo en la garganta", refiere.

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano acaso heredó esa característica de tótem. De gesto adusto, de escasa sonrisa, impertérrito, el carisma del líder del movimiento electoral de 1988 estaba determinado justamente por su seriedad. Fincó un liderazgo popular, masivo, desbordante. Su campaña electoral por la Presidencia en 1988, tras encabezar la ruptura de un grupo importante de priistas y ex funcionarios, varios de ellos asociados al echeverrismo y al lopezportillismo con la Corriente Democrática, creció de manera acelerada en unos cuantos meses. Pisó terrenos abonados por su padre, pero también los que germinó la protesta social fresca por los damnificados del temblor de 1985 y del movimiento estudiantil de la UNAM en 1986. La convergencia de la historia con la efervescencia del tiempo, catapultaron su campaña.

En "Sobre mis pasos" refirió también la visita a La Laguna, la región norteña beneficiada también por la política agraria del General. En aquel mitin Cárdenas tuvo que ser cargado en andas para llegar al templete debido a la multitud que impedía el paso. En esa misma zona, el candidato priista Carlos Salinas, fue agredido con cubetazos de agua hirviente por campesinos descontentos.

"Mucho hubo, en la respuesta de la región, de gratitud hacia mi padre, pero en esta ocasión había algo más. Si bien su recuerdo estaba por encima de cualquier otro sentimiento, lo que se reflejaba no sólo en las expresiones de cariño sino también en las posiciones políticas firmes y de avanzada, la contundencia y la fuerza de los actos, la alegría y la esperanza de un cambio y la decisión evidente de luchar mostraban una diferencia cualitativa en la participación de la gente en la campaña", escribió en la definición de esa convergencia.

La elección de 1988 fue la ruptura. Quedó sembrada la duda del resultado que le dio el triunfo a Carlos Salinas. Cárdenas Solórzano estuvo convencido de su triunfo y del fraude que se lo arrebató. Decidió, como siempre dijo, canalizar aquel movimiento político y social en un nuevo partido, el PRD, y evitar la violencia. Fue el primer presidente de ese partido. Luego repitió como candidato a la Presidencia en 1994 y en el año 2000, pero su fuerza no fue la misma.

En ambos casos quedó en tercer lugar. En 1994 fue afectado por la irrupción del movimiento zapatista que se colocó más a la izquierda y le restó votos, a la vez que fortaleció un sufragio de miedo que otorgó el triunfo al priista Ernesto Zedillo, un candidato emergente nombrado tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. En el 2000, por la derecha lo rebasó Vicente Fox, quien le arrebató votos de izquierda que fueron llamados útiles y que de nuevo lo marginaron.

Cárdenas, empero, fue el primer Jefe de Gobierno electo en 1997, dándole a la izquierda una gubernatura que no ha perdido desde entonces.

Para el 2006, Cárdenas apoyó a Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial, pero tomó distancia política tras el plantón en Reforma que el tabasqueño impulsó como protesta por lo que llamó fraude electoral. En 2012, no tuvo participación activa en la segunda campaña presidencial obradorista.

Siguió siendo un referente para el perredismo y reactivó su presencia precisamente tras la salida de López Obrador del PRD hace dos años. Quiso ser activo en la renovación del perredismo y tras la matanza de 6 estudiantes y de la desaparición de 43 normalistas más en Iguala, por policías del gobierno perredista de Iguala, Cárdenas Solórzano asumió una postura crítica con la dirigencia partidista.

Fue el único dirigente partidista que participó en la primera manifestación de reclamo por la presentación de los muchachos desaparecidos pero fue agredido, al término de la protesta, por un grupo de jóvenes desconocidos. Era el síntoma de la desacreditación del perredismo.

Cuestionó el papel de la dirigencia del PRD por haber apoyado al alcalde José Luis Abarca, vinculado con el crimen organizado; exhibió la corrupción de sus dirigentes y pidió la renuncia del dirigente Carlos Navarrete, asunto que no ocurrió.

Su dimisión ha sido un golpe seco. Fue algo más que quitar un muro de carga de una edificación. Se hizo a un lado para no ser sepultado por el desplome. Y deja en la orfandad a los sobrevivientes del naufragio.

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