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lunes, 14 de octubre de 2013

Deslindes

Doña Chayo, los Refrescos y los Impuestos

Por Armando Sepúlveda Ibarra

México, DF.- La descocada e hilarante idea de Rosario Robles Berlanga, enjundiosa neopriísta tras fugarse del perredismo, de asociar a la Sedesol con la Pepsico y su chatarra dizque “para combatir el hambre”, da un panorama de la escasa imaginación de los gobiernos de la época reciente para enfrentarse a los graves problemas de la pobreza y la ignorancia y, con una visión distinta, comenzar a remontarlos con éxito.

El voluntario desinterés de las autoridades mexicanas por servir a la sociedad y, en particular, a las clases más necesitadas con programas efectivos contra los descomunales rezagos sociales, ha disparado a México a posesionarse de los poco honrosos primeros lugares del mundo en enfermedades con altos niveles de mortalidad como la diabetes y la obesidad y sus derivadas.

Muchos años debieron sucederse entre la indiferencia oficial y muchos millones de víctimas de esas fatales enfermedades hubieron de llamar la atención foránea y lanzar un llamado de alarma internacional, para que el gobierno pudiera darse cuenta de que el exorbitante consumo de refrescos endulzados desfallece la salud de los connacionales y satura hospitales y da copioso trabajo a las funerarias.

Y de aquí se vale el vapuleado secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para irse con todo contra las enriquecidas empresas refresqueras en pos de allegarle al erario más recursos para completar nóminas, con un impuesto de un peso por litro de refresco. Algunas voces espantadas por los daños a la salud que provocan las bebidas endulzadas, sugieren a los diputados que implanten un gravamen más alto, de dos o más pesos por litro, para desestimular su consumo. Fuera de la medida impositiva, el gobierno nada dice sobre otras tácticas o programas de sus organismos de Salud para contener que las enfermedades acicateadas por las bebidas endulzadas florezcan más entre la población, ni de cómo educar a la gente y abrirle los ojos respecto a los daños a la salud que apareja el arraigo de este hábito que, como sabemos, crece con el irresponsable bombardeo televisivo con publicidad subliminal e hipnótica (“¡Vive la sensación!”) que atonta a las personas y les induce una ansiosa cuanto falsa sed por beberse el frasco de agua con sus doce cucharadas de azúcar y su dosis de diabetes, obesidad e hipertensión, por ser breve.


Es probable que, rendida a las misericordias del nuevo PRI sólo con el indispensable espoleo de su firmeza ideológica y, tal vez, pasmada de verse cerquita del poder como nunca desde que Cuauhtémoc Cárdenas le heredó la perredista jefatura de gobierno del Distrito Federal, Rosario Robles Berlanga echara las campanas al vuelo por su alianza con Pepsico y su chatarra sin saber (o ignorarlo) que poco más de setenta por ciento de la población nacional padece obesidad y diez millones de mexicanos sufre diabetes y, según estudios de gobierno y organismos internacionales, sus causas provienen del excesivo consumo de refrescos que también enferman a los desinformados consumidores de hipertensión, nefropatía, neuropatía, arteriosclerosis, pérdida de memoria, confusión mental (quién dudaría, a propósito, que Doña Chayo probó una Pepsi con sus respectivas fritangas de entremés antes de optar por aliarse con la transnacional), ceguera e inflamación de riñones, páncreas y corazón. Discúlpenla porque se cree que la titular de la Sedesol tampoco sabía mientras saboreaba su Pecsi endulzada con doce cucharadas de azúcar refinada, que cada dos horas mueren cinco pacientes enfermos de diabetes y, al mismo tiempo, a un promedio de 38 personas se les diagnostica cada dos horas.

Las cifras alarman hasta a instituciones como la Organización Mundial de la Salud que ubica a México entre los países con mayor índice de obesidad (ya somos punteros en el mundo y relegamos a los Estados Unidos de Norteamérica al segundo lugar) y de diabetes y en ambas nos coloca con las más altas tasas de mortalidad. Estadísticas de Inegi revelan que las familias de escasos recursos gastan 7.5 por ciento de sus ingresos en la compra de refrescos por 12 por ciento de las familias con recursos medios.

Entre esas amargas estadísticas que arrasan con muchas vidas y acortan a otras tantas personas la esperanza de llegar a viejo, despuntan como paradoja otras dulces y encantadoras cifras que llevan la alegría al hogar de los dueños de las poderosas compañías refresqueras, cinco de los cuales figuran en las listas de Forbes entre los más ricos del mundo como Eva Gondo Rivera y familia, accionista de Coca-Cola Femsa, con una fortuna de 6,600 millones de dólares; José y Francisco Calderón Rojas, de Coca-Cola Femsa, con 2,300 millones de dólares; Consuelo Garza Laguera, de Femsa, con 727 millones de dólares.

Mientras al calor de los debates mediáticos se ignoran o poco se ponderan los contrastes entre daños para muchos y jugosos beneficios para unos cuantos por embotellar agua endulzada que, confirmado por las instituciones, atenta contra la salud de las personas, la embestida de los amigos de Doña Rosario que la ayudan a “combatir el hambre” con Pepsi y Sabritas y los cocacoleros y otras empresas del ramo, parece que estarían venciendo por ahora voluntades para desechar este impuesto. (Asesores que conocen el negocio propone con ironía macabra que Doña Chayito mejor debería asociarse con hospitales y cementerios porque un alto porcentaje de mexicanos afectados en su salud por las bebidas endulzadas, siguen enfermando y más tarde mueren…)

Capitaneadas por la desprestigiada cúpula del Partido Acción Nacional (sí, esos señores obedientes a la camarilla de Felipillo Calderón encarnada en Ernesto Cordero por un lado y a Gustavo Madero por otro, que andan a la greña un día y otro también por la disputa de las ricas bolsas multimillonarias de dineros públicos, que después de la rebatiña, se reparten entre sus fieles al estilo de las mafias), con su diputado Mario Sánchez Ruiz, presidente de la Comisión de Economía de la Cámara de Diputados y ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial, a la cabeza, las compañías refresqueras recurren desde hace semanas hasta el día de hoy a la presión, al chantaje, al cabildeo y a la compra de conciencias (si las hay) de diputados para tratar de ganarle a Hacienda la jugada y salirse con la suya: quieren excluir de la reforma fiscal por aprobarse el impuesto de un peso por litro de agua endulzada. Muchos millones de pesos corren como ríos alrededor del tema tanto en propaganda como en compensaciones por sus servicios y ponen a dudar flacas voluntades habituadas a que les soben las manos con sucio papel moneda a cambio de favores, a la usanza de cómo muchas iniciativas se aprueban o congelan en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos tras la efectividad de los maletines repletos con fajos de dólares de los cabilderos empleados de las grandes compañías que se benefician de una aprobación o un rechazo de los congresistas, según el interés particular.

Así que en breve podremos ver quién sale airoso: o la salud de los mexicanos o las dulces fortunas de las refresqueras cautivas de Forbes amasadas con la amarga diabetes de los mexicanos, y sus pesos sobre el gobierno y los dóciles diputados.

armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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