Directorio

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lunes, 30 de septiembre de 2013

UNA HISTORIA DIGNA DE SER CONTADA

(LA NOCHE QUE ROTARY CLUB FUE FORJADO)

“HAZ LO QUE PUEDAS, CON LO QUE TENGAS, ESTÉS DONDE ESTÉS”.
THEODORE ROOSEVELT.


Una noche fría del invierno de 1896, Paul Percy visitó la casa de un amigo, situada en uno de los 77 barrios que conforman a la ciudad de Chicago. Después de cenar, ambos decidieron salir a caminar por el suburbio; aun cuando la temperatura se hallaba a unos diez grados bajo cero y una fuerte racha de viento y nieve se desataba, la conversación fue muy agradable; tanto, que los dos amigos se sorprendieron, cuando se dieron cuenta de que caminaban sobren la céntrica y elegante avenida de Michigan Boulevard.

La charla de ambos amigos, era acerca de la indiferencia citadina que mostraba la bulliciosa ciudad de Chicago, la tercera más populosa de los Estados Unidos. La amistad, la honestidad y las buenas costumbres se estaban diluyendo. La gente se volvía indolente a los demás, había violencia y corrupción, pese al crecimiento de “la ciudad de los vientos”. Algo había que hacer. Paul Percy, realmente se sentía sólo en esa enorme urbe; echaba de menos las relaciones amistosas, llenas de solidaridad y respeto.

Extrañaba ese clima de afecto y compañerismo, que vivió durante su niñez. Con un tono de melancolía, recordaba que su vecindario en Wallingford, Vermont, se encontraba lleno de gran calidad humana, algo que sus padres le habían enseñado a valorar y tener siempre presente. ¡Nada te hace más fuerte a ti, a todos y a tu vecindario, que aprender a vivir de manera pacífica, respetuosa, solidariamente, con compañerismo y afecto, preocupándote sinceramente por el bienestar los demás y por el mejoramiento de tu entorno!

Era y es algo parecido a esa fantástica frase que mucho tiempo después de lo que narramos, dijeran los Beatles, por cierto, “fue su última frase de su última canción, de su último álbum” como grupo, “al final, el amor que tendrás será igual al amor que diste”. Así pues, de lo que se trataba era de darse cuenta, que un mundo impersonal y distante, frío y egocéntrico, siempre empobrece a todos y a todos debilita como personas y en tu humanidad. Como podemos ver no se trataba de poca cosa, en realidad, se trataba de una gran causa.

Paul Percy Harris no era cualquier persona, no era ningún improvisado ni un soñador estéril y alocado, mucho menos un precursor de la onda psicodélica de “los años maravillosos” de los setentas del siglo XX. Para ese entonces, era un excelente abogado, reconocido como uno de los mejores en la gran ciudad de la cebolla silvestre, la locución Shikaakwa, nombre original de Chicago que se traduce así. Era un hombre de mundo, con gran experiencia, conocimiento y sensibilidad, pero más que todo era un gran guerrero emprendedor.

Para él, la conciencia, la compasión y el amor que un sujeto otorgue, es lo que lo hace ser alguien pleno. Antes había desempeñado mil empleos. Profesor de finanzas, vaquero, vendedor de mármol y granito por todo Estados Unidos y Europa, así como reportero de un diario. Por lo que conocía muy bien el alma humana, sabía que su anhelo de vivir en un ambiente fraterno, armónico y productivo era necesario para el hombre, en la obtención de eso que llamamos FELICIDAD, pero que la mayoría, por desgracia, no sabemos encontrar.

Solemos confundir la FELICIDAD con la acumulación de bienes materiales, claro que ello es importante para el bienestar nuestro y de todos, pero la FELICIDAD no depende de las cosas materiales, esto no quiere decir que no debamos tenerlas o buscarlas, pero tales cosas materiales solo empiezan a ser determinantes para el mejoramiento del hombre, cuando las ponemos al servicio de una gran causa. Ésto fue lo que en realidad, avizoró Paul Percy Harris, en esa gélida noche de charla y caminata por las calles de Chicago.

Había que formar un club. Un club, en donde el ambiente de trabajo, la honestidad, el compañerismo, la amistad, el liderazgo, el respeto, la compasión y el servicio fueran las gemas que pulieran constantemente los mejores dones del ser humano, haciendo del mismo un ser social, solidario, activo y feliz. Paul Percy Harris, fue feliz esa noche. Lo fue, porqué adquirió un compromiso a través de un gran propósito o causa, lo cual es la gran aventura que todo emprendedor desea fervientemente echarse a cuestas.

Después de todo, recordemos, que Paul Percy Harris, era un moderno Perseo, destinado a luchar en contra de los dioses de la fatalidad de la desunión y la indiferencia, a fin de favorecer la FELICIDAD de los hombres. Finalmente, su idea cristalizó el 23 de febrero de 1905, cuando en compañía de Gus Loehr, Silvester Schiele y Hiram Elmer fundó el primer ROTARY CLUB, llamado así, debido a que cada reunión se llevaba a cabo, rotando los lugares donde se realizaban. Su primer logo o emblema, fue “la rueda del carro”.

Su primera gran obra de servicio a la comunidad, fue un núcleo sanitario para hombres y mujeres, ubicado muy cerca del H. Ayuntamiento de Chicago. Rotary Club nació con el afán de hacer realidad una gran premisa: “Hacer la diferencia en el mundo”. Ese primer gran club, se llamó “Prairie”, que significa en español Pradera o llanura. Quienes han leído algo acerca del paraíso saben bien, que el Edén, del cual el hombre fue arrojado por transgredir la norma, se conformaba por una especie de bellas y fructíferas praderas.

Lo cual significa que la vida, cuando es productiva, armoniosa y se vive a plenitud, bien puede motivo de una gran intensidad emocional y mucha FELICIDAD.

Si quieres conocer los principios de vida de Rotary Club, no te pierdas la segunda entrega de: “UNA HISTORIA DIGNA DE SER CONTADA”.

PD. Este breve artículo, es un regalo de Club Rotarios Ecatepec, a todos los Ecatepequenses.

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