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lunes, 26 de septiembre de 2016

La prensa democrática y sus lectores


FERNANDO GARCÍA RAMÍREZ




Durante muchos años circuló la idea de que la salida de Julio Scherer de Excélsior había sido enteramente obra del genio manipulador de Luis Echeverría. Esa versión de los hechos dejaba de lado los conflictos internos del “diario de la vida nacional”. ¿Por qué importa hoy esa historia? Ocurrió el 8 de julio de 1976. Luego de una asamblea muy agitada, los cooperativistas del periódico Excélsior decidieron expulsar a su director. Del brazo de Abel Quezada y otros fieles, Scherer abandonó el edificio del diario y marchó por Reforma. De ese gesto nació la prensa moderna mexicana, con sus virtudes y sus vicios.

Desde hace algunas semanas circula el libro La red de espejos. Una historia del diario Excélsior 1916-1976 (Fondo de Cultura, 2016) del historiador Arno Burkholder. Una historia muy ilustrativa sobre los mecanismos internos del periodismo nacional. El libro de Burkholder está enfocado en las relaciones entre los trabajadores y la directiva del diario, pero también, de manera importante, en las relaciones del periódico con el Estado –más específicamente–, con el presidente de la República.

Fundado en 1916 por Rafael Alducin, durante sus primeros años elExcélsior se caracterizó por ser un periódico enemigo de la Revolución y “nostálgico de las dictaduras”. La prematura muerte de Alducin en 1924 pero sobre todo la polémica cobertura que en 1928 hicieron del proceso contra León Toral, asesino de Álvaro Obregón, puso al diario en una situación precaria que, finalmente, en 1932 lo llevaría a la bancarrota. Tras los turbulentos años de la Revolución, en la década de los treinta la Presidencia se erigió “como el gran árbitro de los asuntos nacionales”.

Investido en ese papel, Calles evitó la quiebra de Excélsior al proponer a sus trabajadores que lo convirtieran en una cooperativa, para evitar que el diario cayera en manos de la CROM, sus enemigos políticos.

De 1932 a 1963 Excélsior vivió una época de bonanza gracias en parte a su política de apoyo irrestricto al Estado mexicano. Durante ese largo periodo, bajo la doble férula de Rodrigo del Llano y Gilberto Figueroa, en Excélsior, como en el país, no pasaba nada. Todo cambió con la muerte de Del Llano y Figueroa a principios de los años sesenta. Dos grupos, uno identificado con la derecha y otro con la izquierda, se enfrentaron por el control del diario. Como ocurrió en tiempos de Calles, “la decisión sobre quién dirigiría el periódico llegó del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.” El presidente optó por apoyar al grupo de izquierda, comandado por Manuel Becerra Acosta padre. Díaz Ordaz actuó con pragmatismo, intervino para que “Excélsior fuera dirigido por un grupo afín a los intereses del sistema político mexicano.” Poco duró en la Dirección General del diario Manuel Becerra Acosta, quien murió en agosto de 1968, en medio del conflicto estudiantil que transformaría al país.

En ese contexto Julio Scherer asumió la dirección de Excélsior. El problema de fondo persistía: aunque hacia el exterior Excélsior era una cooperativa donde todos los trabajadores democráticamente participaban en los asuntos del diario, puertas adentro existía una enorme brecha entre los trabajadores (y sus intereses) y la directiva (y su ideología). Scherer llegó a la dirección con un objetivo: “orientar la política editorial a favor del público lector.” Nutrió la plana editorial con las mejores plumas del momento y desarrolló un periodismo crítico que lo llevaría a tener varios enfrentamientos con el régimen, para disgusto de los trabajadores del diario. La lucha interna por el poder era despiadada y sorda. En 1972, ante el boicot publicitario orquestado por un grupo de empresarios opuestos a la política editorial de Excélsior, Echeverría apoyó al periódico con anuncios de paraestatales. La posición interna de Scherer se fue debilitando paulatinamente. De esa debilidad se valió Echeverría para apoyar a la facción más cercana a los intereses de su gobierno.

El 8 de julio de 1976, Scherer buscó a Echeverría para pedirle ayuda, pero éste no le tomó la llamada. “El Estado –dice Burkholder– ya no intentó defender al director de Excélsior y prefirió que un nuevo grupo se hiciera cargo del diario”.

“¿Qué lecciones puede sacar el periodismo mexicano y nuestra sociedad con esta historia?”, se pregunta Arno Burkholder en este libro indispensable para entender los resortes internos de nuestro periodismo. “Una prensa democrática –se responde– sólo puede surgir si cuenta con lectores dispuestos a defenderla”. Para hacerlo, “deben saber de dónde vienen los ingresos de sus medios preferidos, sus posturas políticas y a qué intereses representan”.

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