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domingo, 4 de septiembre de 2016

El exilio de la homosexualidad en el Porfiriato


Por Montserrat Valle Vargas

“Sé quién eres y di lo que sientes, porque a los que les molesta no importan, y a los que importan no les molesta”.
Dr. Seuss
Imagina tener que callar lo que sientes, vivir con el temor de que la gente que te rodea se entere de que te gusta alguien del mismo género y por ello tener miedo de burlas y agresiones físicas. Y aunque esto es algo que mucha gente sufre actualmente, en el último siglo la sociedad se ha transformado, tanto que en algunas partes del mundo el matrimonio igualitario es permitido, pero no siempre fue así.


Hubo una época en la que no era común «salir del clóset» y a quien vivía abiertamente esas preferencias se le llamaba pollo, dandy o lagartijo. Corrían los años en que Porfirio Díaz gobernaba el país y en esa época se decía que México había entrado a la modernidad; a pesar de ello la sociedad era represiva y había temas —como la homosexualidad— que no debían hablarse, pues quien tenía esa «condición» era tratado como un enfermo.

Ignacio de la Torre

Algunos de los castigos que recibían los homosexuales cuando se volvían «notorios» —así nombraban a los travestis y a los que ejercían la prostitución— era llevarlos a la cárcel, asilos o manicomios, pero a los que «disimulaban» sus preferencias al contraer matrimonio y tener hijos se les respetaba.
Tal fue el caso del yerno de Don Porfirio, Ignacio de la Torre, quien desde que se casó con Amada Díaz llevaba una doble vida.



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