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lunes, 28 de marzo de 2016

La prensa como instrumento de control


Fernando García Ramírez




¿Para qué sirve la prensa? Para conocer la verdad. ¿Qué verdad? ¿La verdad real o la verdad oficial? Deberían ser lo mismo, pero no lo son.

El periodismo debe buscar la verdad y exponerla. Es un instrumento de la sociedad. Pero todos los días vemos que sucede de otro modo. En vez de servir a la sociedad hay prensa que se dedica a difundir lo que el poder quiere imponer. Bajo un régimen autoritario la verdad oficial es una y los medios la difunden. A medida que la sociedad se abre y democratiza, la versión oficial es cuestionada. La más reciente novela de Mario Vargas Llosa (Cinco esquinas, Alfaguara, 2016) arroja luz sobre uno de los mecanismos más perversos del poder autoritario: su control de la prensa amarilla, una prensa cuyo propósito es enlodar y chantajear, corromper. Aparentemente este tipo de periodismo expone lo más real: el cuerpo y sus vicios, cuando en realidad es una forma torcida de expresar la verdad oficial.

Cinco esquinas es la decimoctava novela de Mario Vargas Llosa. Un género que lo ha llevado a lo más alto de lo que puede aspirar un autor: que sus libros se lean y se discutan. Los premios, incluido el Nobel, sirven para eso. Uno de los temas fundamentales de su narrativa es el poder (el otro es el amor erótico).

Específicamente el poder autoritario, el que se vale de la fuerza para imponerse, el que corrompe las libertades o las clausura. La novela, escribió Balzac, es la historia privada de las naciones. La literatura cuenta la historia que los historiadores no pueden contar. Dispone de técnicas y recursos para poner al descubierto la verdad oculta tras las mentiras del poder. Desde La ciudad y los perros hasta la más reciente, pasando por Conversación en La Catedral, La Guerra del fin del mundo y La Fiesta del Chivo, Vargas Llosa nos ha ido contando el revés de la trama oficial.

Cinco esquinas narra la historia de un chantaje: el director de un medio amarillo intenta extorsionar a un empresario minero. El poderoso empresario busca ayuda, y la obtiene. No acude al presidente Fujimori sino al siniestro Doctor, que es el nombre que en la novela recibe Vladimiro Montesinos, “el hombre fuerte de este gobierno, el que hace y deshace, el verdadero patrón del Perú”. Los empresarios que apoyaron a Vargas Llosa en su campaña a la presidencia en 1990, tras la victoria turbia de Fujimori, se avienen con el nuevo poder. Sus empresas siguen funcionando. La alta sociedad limeña se siente relativamente segura, pese a los secuestros, explosiones y asesinatos perpetrados por la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso. No les irrita el poder dictatorial que va desplegando Fujimori mientras éste no afecte sus intereses. Pero se ven confrontados cuando una excrecencia del régimen viola los límites. El poder empresarial pide entonces auxilio al poder autoritario y éste lo brinda. En la vida real esta historia quizá habría terminado ahí. Con lo que no se contaba es que esa misma prensa amarilla que el régimen utilizaba para extorsionar a conveniencia se volvería contra el mismo poder que la animaba. En una carambola de tres bandas, Vargas Llosa critica en Cinco esquinas al régimen autoritario, a la prensa corrupta y a la clase empresarial cómplice y sostén de ese sistema.

Marxista en su juventud, Vargas Llosa fue gradualmente mudando de signo ideológico hasta situarse en su opuesto radical: un liberalismo inspirado en Hayek y en Popper. De ahí su crítica a las sociedades cerradas y sus mecanismos de control. De ahí también su pasión por la libertad. Sobre todo la de expresión y de crítica. Sin ella el poder puede cometer todos los desafueros, crímenes, robos y corruptelas sin ninguna oposición que lo frene. La prensa, que puede enlodar por consigna a quien incomode al sistema, puede también ser un instrumento poderoso para revelar y denunciar los abusos de un poder envilecido.

Si la prensa sirve para desvelar el revés de la verdad oficial, ¿para qué sirve la literatura? Afirma Vargas Llosa que, a través de ficciones y mentiras, la literatura revela la verdad. La verdad de la prensa no es sin embargo la verdad de la literatura. La verdad de la prensa debe sostenerse en hechos verificados y datos duros, mientras que la verdad de la literatura exhibe la naturaleza dual del ser humano, capaz de actos sublimes y abominables. Expone, sobre todo, un incurable anhelo de libertad. La literatura es pasión. Y la literatura absoluta, tal y como la practica Mario Vargas Llosa, apasiona absolutamente.

Twitter:@Fernandogr

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