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domingo, 18 de octubre de 2015

Los ¿maestros? disidentes



Alberto Núñez Esteva

Honor a quien honor merece. Ser maestro – de escuela primaria, secundaria, preparatoria o universidad – es un privilegio. Privilegio del que sólo deben disfrutar aquellos que tienen vocación genuina para ello y capacidad comprobada para impartir sus conocimientos. Después de la familia –y en algunos desafortunados casos a pesar de ella- el maestro es el gran educador, no sólo en la cátedra que le toca impartir, sino en los consejos sobre la vida que queriéndolo o no comunica a sus alumnos.

Yo fui maestro durante poco más de 20 años en mi queridísima Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM, como es generalmente conocida. Fue una experiencia inolvidable porque viví en carne propia todo lo que arriba señalé; pero no caeré en la tentación de referirme a las vivencias de aquellos días, brillantes en ocasiones y tristes en otros (el 68 es imborrable), pues me tomaría no sólo uno sino varios artículos el relatarlas.

Mi tema, ahora, es la CNTE, un caso que me cuesta trabajo, mucho trabajo entender. Estoy seguro que la mayor parte de sus agremiados son maestros dignos que hacen honor a su título: Maestro, así, con mayúsculas. Pero una minoría revoltosa e irresponsable ensucia tanto a su sindicato, así, con minúscula, como a la actividad magisterial.

Maestros disidentes que lesionan con sus bloqueos, marchas y actitudes en ocasiones agresivas y pre revolucionarias, a las sociedades de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Michoacán y Tabasco, entre otras, y traen su malestar a la gran capital, causando daños de muy diversa índole a cientos de miles de citadinos.

Difícil de entender sus peticiones. Todos quisiéramos luchar, ellos encabezándonos, por la educación de calidad que tanta falta hace en nuestro país. Pero parecieran luchar por lo contrario, por preservar e incrementar sus privilegios sin importar la calidad de la educación que imparten y rechazando su indispensable capacitación.

¡Qué vergüenza!

Capítulo aparte merece la maestra (?) Gordillo, ahora en la cárcel no por los múltiples atropellos que ha cometido ni por la riqueza inexplicable producto con toda seguridad de su remuneración como maestra. Se trata, así lo entendemos muchos, del costo político de sus agresivas declaraciones en contra de la autoridad constituida. Conocemos esas historias. No son nuevas. El viejo PRI asoma el rostro y actúa como siempre ha actuado y seguirá actuando. Elba Esther quiso “medirle el agua a los camotes” y pagó las consecuencias. Lástima que ella sea una excepción y no estén en la cárcel la gran cantidad de políticos corruptos –entre ellos varios gobernadores que recientemente han dejado el puesto- que asolan a nuestro país, un país inmerso en la más lamentable corrupción encabezada desde tiempo atrás por esos líderes políticos a los que nos hemos referido.

No me cansaré de insistir. Lo que México más necesita son tres cosas: educación, educación y educación. Educación de calidad impartida por maestros dignos y bien preparados que hagan honor a su título.

¿Y cual ha sido el papel del gobierno en toda esta trifulca educativa? Dejar hacer y dejar pasar. El adversario es demasiado poderoso para que gobernadores ineptos, como es el caso del de Oaxaca, Gabino Cue, se enfrenten al problema. El puesto les queda demasiado grande y no tienen siquiera el valor o la hombría para renunciar y ceder el puesto a quien tenga los tamaños para enfrentar el problema.

Y algo similar ha sucedido desde años atrás en la Secretaría de Educación. Secretarios también incapaces de imponer el orden que todos debemos ¿o debiéramos? exigir. El derecho de nuestros niños ante todo y sin que nadie pueda pasarle. Estemos conscientes, plenamente conscientes, del enorme costo que tiene para nuestro país el padecer una educación de mala calidad. Otros países tienen este tema, la calidad de la educación, como la máxima prioridad y les reditúa con creces. Países desarrollados con altos niveles de vida en donde se ha erradicado la pobreza. Los países nórdicos en Europa son un ejemplo.

No perdamos la esperanza, pero como sociedad, exijamos a nuestras mas altas autoridades, particularmente al Presidente Peña Nieto y a su Secretario de Educación, Aurelio Nuño, que la educación de calidad sea la prioridad por excelencia de nuestro país. El día en que lo logremos –y yo ya no lo veré seguramente- el progreso económico de México será mucho más elevado, los puestos de trabajo serán suficientes y mejor remunerados, y la asquerosa corrupción que nos invade se habrá abatido considerablemente.

Ha dicho el Secretario de Educación que a los maestros que no impartan sus clases no se les pagará el salario que no devengaron ¡Cumpla usted su palabra, Señor Secretario! Basta de chantajes, la sociedad se lo exige, pues tanto el gobierno como la sociedad no podemos estar cautivos de esa minoría de maestros irresponsables que tanto daño causa a nuestros educandos y, como consecuencia, a nuestro país. Lo hemos dicho antes, lo repetimos ahora y lo repetiremos cuantas veces sea necesario: la educación de calidad debe ser una exigencia social y tener la máxima prioridad entre las responsabilidades de nuestros gobernantes.

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