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miércoles, 1 de julio de 2015

El esfuerzo para alcanzar el infinito dinero.

Por Genaro García Jiménez
Colaborador del Mexiquense y estudiante de Historia de la Universidad Iberoamericana.


El hombre lucha por aferrarse a algo, busca algo que sustente su vida. Los teóricos postmodernos nos han dejado el paradigma que todo pilar dogmático es en verdad solo algo relativo, nada es para siempre; solo existen universales “momentáneos.”(y personales) Así como M. Proust describe en su libro un instante que parece eterno, así toda forma que creamos de infinitazión es solo nuestra y solo aplicable en un tiempo-espacio determinado, pero nos parece eterna y universal (aunque no lo sea). Sin embargo me parece que hay algo que podría escapar de este paradigma: el dinero.
El dinero parece que se ha convertido en el todo, en la idea máxima de infnitización que da sentido a la vida, en el fin que marca el rumbo de la vida. Aclaro, no es que el dinero sea malo o que la acumulación de capital financiero sea deplorable. Me parece que este “dinero” ha creado una nueva forma de concebir al mundo, donde el dinero aparece como fin pero a su vez como medio; pensemos en los anuncios de Master Card: “Hay cosas que el dinero no puede comprar”, si vemos más a fondo el comercial, podemos entender que para que la cosa feliz “X” pase (aquella que no puedes comprar), antes debes de haber gastado quien sabe cuánto dinero para que la felicidad se materialice. Un anuncio engañoso que juega con el pathos (sentimientos) y que nos demuestra claramente este paradigma. Pero vallamos más allá.
El capitalismo, la expresión metafísica del dinero ha creado una serie de valores alrededor de él; como reflexiona Ricardo García en “La Dignidad Humana y la Tecnología” hoy pensamos que los “supper” atributos que tiene la tecnología de punta deben ser aplicables en la humanidad; cosa que ha venido a romper la idea existente sobre lo que es la dignidad humana. Kant ya había hecho una reflexión sobre la dignidad humana y consideró que el hombre debe de ser considerado un fin y no un medio; idea que se contrapone a la Dialéctica del Amo y el Esclavo de Hegel. Kant nos dice que no debemos considerar al hombre como herramienta, a diferencia de los animales que pueden ser utilizados como fuerza de carga o como alimento, el hombre al ser un ente racional no puede rebajarse a esto siendo su dignidad herramienta que favorezca el desarrollo del hombre. Recapitulando, la tecnología al servicio del capitalismo parece haber cambiado la forma de considerar al otro, pensándolo no como fin si no como medio. Quizá como lo describe Fukuyama, el capitalismo nos llevó al “fin de la historia”, un fin bastante negro donde la palabra valor se mide en euros, dólares o pesos.
El hecho de considerar la otredad como medio o herramienta no solo ha generado cuestiones como la esclavitud, guerras, etc. (temas de lo que no pienso hablar); si no que ha modificado toda la cosmovisión sobre el trabajo y de algo que es clave: el esfuerzo. Hoy si queremos consultar una noticia sobre un hecho en Europa o Siria, la podemos ver en segundos al entrar a cualquier fuente informativa del Internet; hace 300 o incluso hace 100 años, la situación era muy distinta. Si querías comunicarte con un amigo en Praga, debías hacer un gran esfuerzo, escribir una carta, ir hasta la oficina postal y esperar meses; hoy todo es inmediato y hace que nos olvidemos del esfuerzo para realizar las cosas, todo lo queremos fácil e inmediato, porque pensamos que esa es su naturaleza. Nos olvidamos del esfuerzo que hay detrás de cada cosa y nosotros no queremos hacer nada.
Hemos entonces perdido la noción del esfuerzo, haciéndonos una sociedad que solo se pasa demandando queriendo hacer poco. Es el capitalismo y sus tecnologías los que poco a poco nos han vuelto así, pero el asunto no es tan sencillo. El capitalismo ha creado un monstruo que lo autodestruirá, un enemigo silencioso que se oculta en la sombras; uno de los fundamentos del liberalismo económico es que quien trabaje más, recibirá más; quien haga un esfuerzo se verá recompensado. Sin embargo el capitalismo ha financiado su propio fin pues este nos está enseñando que todo debe de llegar en segundos sin necesidad de esforzarnos entonces se contradice; vivimos una paradoja. Quizá ha llegado el momento para que el capitalismo lea las palabras de Fukuyama y reflexione si la paradoja que ha creado nos guiará al “fin de la historia”; si el capitalismo piensa que ha triunfado, hoy debe ver que bajo ese trofeo yace su autodestrucción. No todo está pedido, nos queda esperar que no sea demasiad tarde y que las nuevas generaciones se den cuenta que siempre es necesario el esfuerzo y que el hombre no es un medio; debemos buscarle la cara a la moneda.



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