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lunes, 8 de junio de 2015

La clave: la tasa de participación ciudadana

Por enrique quintana

Hay una importante incógnita que habrá de resolverse el domingo, más allá de los resultados de las elecciones: se trata de la tasa de participación ciudadana en este proceso.

En buena medida, el nivel de participación, tanto a nivel nacional como en las elecciones estatales y locales, influirá poderosamente en los resultados.

La historia nos dice que en las elecciones intermedias tiende a existir menor participación que en aquellas en las que se elige presidente de la República.
Veamos algunos datos.

En 1991, la tasa de participación alcanzada fue la más alta para unas elecciones intermedias, con un 65.97 por ciento de la lista nominal de electores.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que fueron las últimas elecciones realizadas antes de que existiera un IFE ciudadanizado, de modo que podría haber cierta duda a propósito de que realmente haya sido ese el nivel.

Seis años después, en 1997, ya con el IFE como institución que no depende directamente del gobierno, la tasa de participación bajó a57.69 por ciento, que es la segunda más alta para elecciones de medio término.

Hay que considerar que veníamos del crítico proceso de 1994, con la violencia que trajo consigo, así como de la terrible crisis económica de 1995, lo que probablemente condujo a más gente a salir a votar.

Seis años después, en el 2003, tuvimos el reverso de la medalla. La tasa de participación a la mitad del sexenio de Vicente Fox es la más baja de la que tengamos registro y llegó apenas a 41.68 por ciento.

Quizás ya se expresaba para ese año una cierta frustración de la alternancia. Tal vez la expectativa de que muchos problemas del país se resolvieran con la salida del PRI de Los Pinos no se cumplió y eso desmotivo la participación.

A la mitad del sexenio de Felipe Calderón, en 2009, hubo un leve incremento de esa tasa y llegó a 44.06 por ciento, que aunque más bajo que en los sexenios de Zedillo y Salinas, rompió la tendencia a una baja persistente de la participación para este tipo de elección.

Las de este año son elecciones diferentes, por dos razones. La primera es que ocurren con un nuevo marco normativo que generó el mayor número de elecciones locales concurrentes con la elección federal, que jamás hubiéramos tenido. Nunca se habían elegido 9 gobiernos estatales al tiempo de una elección intermedia.

Pero el otro factor es que tampoco nunca en la historia electoral del país habíamos tenido el nivel de competencia y de incertidumbre en los resultados.

En cinco o seis elecciones estatales, los sondeos de opinión indican que está incierto el ganador.

Ese hecho pudiera determinar un nivel de participación más elevado que en casos anteriores.

Por ejemplo, si la tasa de participación llegara al 47 por ciento (es decir que aumentara 3 puntos porcentuales como lo hizo hace seis años) habría 39.2 millones de sufragios, la cifra más alta de la historia para este tipo de elección.

En contra puede jugar el hartazgo ciudadano y la actitud de los disidentes del magisterio en estados como Oaxaca, que con su violencia puede disuadir a los ciudadanos de participar.

Muchas incógnitas se habrán de despejar el domingo.



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