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lunes, 7 de octubre de 2013

Deslindes

Transparente corrupción

Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA

Ni por asomo figura en el discurso oficial, ni entre las mansas oposiciones amordazadas por la suculenta nómina gubernamental, la transparencia y la cruzada contra la corrupción, aun cuando ambos temas cruciales fueron promesas de campaña y, ni quien lo dude, oponen un gigantesco y espinoso valladar para lograr el sano avance del país.

Hace tiempo que las altas burocracias, desde el neopriísta Peña Nieto hasta el neoperredista Miguel Angel Mancera, dejaron de referirse de manera frontal a los graves problemas de la corrupción entre los políticos, sus aprendices y los partidos que engordan sus bolsillos con dineros públicos provenientes de los impuestos y también con ingresos sucios, o tampoco de la indispensable necesidad de que esas castas parapetadas en una democracia simulada y, muchas veces, en el cinismo, rindan cuentas claras a la sociedad.

La alharaca carnavalesca de los personeros del nuevo PRI por ofrecerse como cristales diamantinos de limpios y, al fin compañeros por igual sendero de mentiras, las sumisas izquierdas y derechas que agrupadas en mafias usufructúan la representatividad del pueblo sin tenerla, han vuelto a burlarse de la gente una vez que atrás quedó para la historia la socorrida demagogia electoral de candidatos ayunos de ideas, de ética y de compromiso con México.

Baste que se recuerden las declaraciones patrimoniales de los nuevos gobernantes para darnos cuenta de que la transparencia, una de las banderas de las campañas que siempre se basan en la falsedad, fue sólo una frase hueca. Muchos altos funcionarios recién nombrados por el señor Peña Nieto en diciembre pasado, hicieron malabares circenses para tratar de engañar a la gente sobre el valor y el número de sus propiedades como residencias, ranchos, aviones, ganado, latifundios, automóviles de colección, así como la forma de cómo tuvieron la oportunidad de adquirirlas.

Algunos secretarios del gabinete exhibieron fortunas de maharajás o jeques petroleros, a pesar de que nadie conocía antecedentes de riqueza de cuando vivían fuera del ´presupuesto. Inclusive el propio hijo predilecto de Atlacomulco dejó con pasmo a propios y extraños con su declaración patrimonial: muchos bienes inmuebles escriturados a su nombre y casi todos obtenidos mediante donaciones quizá de amigos o familiares bastante generosos: nunca deslizaron quiénes eran los donantes. Fue más astuto el señor Miguel Angel Mancera como estrenado jefe de gobierno del Distrito Federal y sembró el enigma de ocultar sus pertenencias bajo el poco transparente recurso de la secrecía por seguridad, sugerida quién sabe por qué picarón izquierdoso, al parecer por alguno de la banda de los chuchos, esos perredistas hábiles para el cochinero y la componenda y el servilismo al poder en turno llámense panista o priísta.

A estas alturas por todos los rumbos del país se pregunta al señor Peña Nieto dónde guardó las promesas de empujar la transparencia en el gobierno y de abrir una cruzada contra la corrupción, el cáncer que corroe desde las distintas esferas burocráticas las entrañas del país e identifica a los poderes como su símbolo y su puerco aceite para que la maquinaria ande y ofrezca soluciones a medias con mordidas, diezmos y extorsiones de por medio.

Ilusa y esperanzada en el ahora sí mucha gente osó imaginarse tras las rejas a una cadena de pillos comenzando por ex gobernadores como Arturo Montiel, del estado de México, a quien Sabina Berman le atribuye en la revista Proceso que comenzó a circular hoy, una fortuna superior a los mil millones de pesos; Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, de Tamaulipas; Humberto Moreira y Jorge Torres López (tiene el pobrecito cuentas millonarias en dólares en Bahamas), de Coahuila; Ulises Ruiz, de Oaxaca; Luis Armando Reinoso Femat, de Aguascalientes (con departamento y otras cosas en Dubai) y un largo etcétera, porque si incluso en estos momentos investigaran a los actuales mandatarios estatales pocos saldrían con las manos limpias y, para corroborarlo, sobra la vox populi que conoce a los prestanombres por donde se fugan los botines de los atracos a los erarios y demás trapacerías de los políticos de todos los partidos sin distinción.

¿Cuántos delegados del Distrito Federal salvarían el pellejo? Mauricio Toledo, perredista delegado en Coyoacán, tiene infinidad de acusaciones de corrupción y chantaje a empresarios. ¿Y cuántos alcaldes del estado de México con sus bandas se dedican a sustraer recursos públicos y extorsionar, o a exigir diezmos por la asignación de contratos o cuotas por meros trámites gratuitos? ¿Qué nos dicen de corruptos como el dictador del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, o Juan Díaz de la Torre, el nuevo cacique del magisterio oficial impuesto allí por el gobierno del nuevo PRI, en lugar de la defenestrada Elba Esther Gordillo, su cómplice para mejores señas?

Si el país continúa viviendo con la simulación de sus desacreditados políticos, sean de derecha e izquierda, con falta de transparencia y disimulo beneficioso de la corrupción, la cuerda de la débil estabilidad política y social más se tensará e iremos más a fondo de este pozo incierto donde estamos como nación.

A menos que la sociedad despierte y…

armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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