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martes, 24 de septiembre de 2013

Deslindes

La Revocación de Mandato

Por Armando Sepúlveda Ibarra

México, DF.- Quizá ninguno de los gobernantes de la época reciente hubiera concluido su periodo constitucional o al menos las primeras camadas y, de seguro, tuviéramos ahora mejores políticos, si la sociedad dispusiera de la figura de revocación de mandato.

A juzgar por los hechos al día de hoy también muchos políticos nombrados por elección habrían pisado las cárceles en calidad de huéspedes distinguidos, si hubiera leyes que de veras castigarán con más rigor dislates, incapacidad y abusos de la alta burocracia, sobre todo cuando han hundido al país en la pobreza, la desesperación y la incertidumbre.

Como un plus a esas calamidades atávicas agréguele el amable lector de El Mexiquense la ineptitud y la corrupción que simbolizan la política a la mexicana, equiparable con la forma de ser de la policía en cuanto a mañas y conductas al margen de la legalidad, como bien testimonian los estudios y las encuestas elaboradas por mexicanos y organismos internacionales.

Junto a la revocación de mandato podría legislarse la reelección de gobernantes y diputados por un período más, con el propósito de volver profesionales a los políticos mexicanos, aunque con dicha figura es difícil que la gente volviera hoy a votar por algunos de los huéspedes de palacios de gobierno y del Congreso de la Unión, porque sus actuaciones sirven más a sus intereses personales que a los de la sociedad.

Alguien alarmado por la corrupción preguntó “¿qué pasaría si México incorporara como en países árabes las penas de amputar una o ambas manos a los políticos y burócratas corruptos? Y volvió a interrogar: “¿Sería el país con políticos y burócratas mancos y tuncos, con sus salvedades?”

Por el gobierno han pasado infinidad de personajes deshonestos ocultos bajo un disfraz de democráticos y puros, de moralistas y reformadores y de iluminados y salvadores de la humanidad, que han sabido engañar por un tiempo a la ignorancia o buena fe del mexicano para enriquecerse con el uso indebido del poder y, como cada sexenio, retroceder más aún en los aspectos económico, político y social a extremos inconcebibles e insoportables como en la actualidad.

Nadie ha podido poner a alguno de los gobernantes, siquiera por un momento, en el banquillo de los acusados, salvo cuando durante el foxismo llamaron a un envejecido Luis Echeverría a cuentas por los desaparecidos políticos y, contra la esperanza de mucha gente defensora de los derechos humanos y familiares de las víctimas que creían que venían los tiempos de la justicia, dejaron al ex presidente absuelto de todo y lo devolvieron a sus aposentos de San Jerónimo casi con un usted perdone.

Años después Ernesto Zedillo malbarató y los ferrocarriles otras empresas de gobierno y nadie supo a dónde fueron a parar esos dineros y a quiénes y a cuántos beneficiaron y, como se sabe, el mediocre ex mandatario ha enfrentado la acusación de ser el responsable intelectual de la matanza de indígenas de Acteal el 22 de diciembre de 1987 junto con su por entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayfett, actual secretario de Educación Pública.

Ni a Carlos Salinas han tocado con el pétalo de una rosa, aun cuando también privatizó Teléfonos de México, los bancos y numerosas paraestatales estatales más y poco se conoce qué utilidad dejó al país, ni dónde creó bienestar para la sociedad, menos por aquello de que, como lo denunciaron el ex presidente Miguel de la Madrid y el hoy presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez, “se robó la mitad de la cuenta secreta de la Presidencia”. Su influencia hoy le permite colocar a una docena de incondicionales en puestos clave en el gobierno de Peña Nieto y hasta su sobrina como secretaria de Turismo.

Tampoco juzgaron a Díaz Ordaz por la matanza de Tlatelolco e inclusive le dieron de premio en el régimen lopezportillista de premio la embajada en España a la caída del dictador Franco, aun con las protestas de importantes sectores ofendidos.

Entre la frivolidad de López Portillo y el timorato de De la Madrid, que hicieron papilla la economía y endeudaron de manera criminal a México acaso por la eternidad, emerge el neoliberalismo y comienza desde 1982, con la complicidad de los gobernantes, a devastar al país en lo económico, político y social hasta postrarlo en la ruina actual por donde el gobierno del nuevo PRI camina sin vacilación decidido a entregar el petróleo a las transnacionales, si la sociedad lo permite y continúa durmiendo.

¿Qué ley o juez ha llamado a Vicente Fox para que responda por sus corruptelas y las de sus hijastros, o en general de su gobierno corrupto y de los fraudes electorales como el de 2006 y de las trapacerías permitidas a Elba Esther Gordillo? ¿O también al gris y dipsómano Felipe Calderón por desangrar al país con más de cien mil muertos y desaparecidos durante sus seis años de guerra y enraizar la corrupción en todos los niveles de gobierno?

¿Alguien con autoridad ha pedido explicación formal al señor Peña Nieto sobre por qué, en menos de un año, su errática política desplomó la economía a crecer menos de dos por ciento en 2013 si proyectaba un PIB de 3.5 por ciento, disparó el desempleo, alentó la fuga de capitales, levantó con protestas a distintos sectores inconformes con sus reformas estructurales, toleró más corrupción generalizada en las esferas de los gobiernos federal, estatal y municipal (por todo trámite las burocracias del nuevo PRI muerden o extorsionan a los contribuyentes y según es el sapo es la pedrada), vio cómo subieron los índices de secuestros y extorsiones del crimen organizado contra empresarios y establecimientos comerciales y los asesinatos rebasaron los trece mil en sus primeros nueve meses de gobierno?

¿Ya olvidaron los mexicanos la arrogancia con que los señores del nuevo PRI integrado desde la cabeza por un gabinete con una edad promedio que ronda los jovencísimos 65 años, decían que ellos sí sabían cómo hacerlo y que los demás políticos opositores, pobres amateurs, eran sus aprendices?

La figura de revocación o ratificación de mandato a partir de, por ejemplo, la mitad del período del gobernante, combatiría la improvisación, la corrupción, el autoritarismo y la falta de profesionalismo de los políticos mexicanos de todos los partidos.

Quién sabe cómo andaría el país y su desacreditada clase política si tuviéramos un sistema político profesional y democrático con rendición de cuentas a la sociedad, en vez de avalarse entre ellos sus desvíos y rapacerías por las cuales cada generación pare nuevos ricos con los dineros del pueblo después de hundir un poco más a México en la pobreza y la ignorancia y, como novedad, en la violencia e inseguridad.

Así que hoy es oportuno bordar sobre revocación de mandato y reelección en la esperada reforma política, por el bien común.

armandosepulveda@cablevision.net.mx

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