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lunes, 26 de agosto de 2013

Deslindes

Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA

Entre la promesa y la realidad

Más allá de las promesas y los buenos deseos de la campaña política de 2012 de volver a vivir los tiempos de la abundancia, la realidad ya ubicó a los gobernantes y les desbarató el florido discurso de las cuentas alegres que imaginaban que, con sus ideas, los mexicanos estábamos a las puertas de la soñada prosperidad.

Hubo incluso algunos personajes de la alta y mediana burocracia que con la fe puesta en el retorno del priísmo a Los Pinos, ilusionaban sin base sólida alguna que México recuperaría la bonanza como la de aquella época del boom petrolero cuando – dicho por el entonces Presidente José López Portillo – no sabíamos cómo administrar la riqueza.

Aunque duela reconocerlo y parezca inconcebible, el país se encuentra hoy peor que durante el gobierno del inepto Felipillo Calderón. Cayó la economía a menos de dos por ciento, aumentó la pobreza a 50 por ciento de la población, el desempleo y la informalidad laboral ya es superior a 60 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada.

La inseguridad y la violencia con incontables muertos por mes siguen en ascenso y, para colmo de los males, los añejos modos de hacer política han descompuesto más el de por sí deteriorado ambiente entre las desgastadas instancias políticas y la sociedad, como la huida de los diputados y senadores de sus sedes ante el cerco de los maestros disidentes inconformes con la reforma educativa.

A unos días de que el señor Peña conceda su primer informe de gobierno, los bancos Merrill Lynch, BBVA y Banorte, revelaron con preocupación, equiparable a un indeseable baño de agua fría, lo que este columnista ya había escrito hace semanas en El Mexiquense, acerca de que la economía mexicana crecería en 2013 a menos de dos por ciento contra las jubilosas estimaciones de la Secretaría de Hacienda y del siempre cómico Agustín El Catarrito Carstens, despistado gobernador del Banco de México, que previeron un crecimiento de 3.5 por ciento. Las dos primeras instituciones bancarias pronostican que la caída de la economía podía detenerse en 1.8 por ciento, pero Banorte es más pesimista o realista: la desploma a 1.4 por ciento. Según el Inegi, el PIB creció en el segundo trimestre de 2013 a una tasa anual de 1.5 por ciento, es decir, poco menos de una tercera parte en el mismo período de 2012, cuando fue de 4.2 por ciento.

Como es costumbre las autoridades hacendarias atribuyen esta nueva crisis a factores externos como la desaceleración mundial y los desequilibrios en la economía de los Estados Unidos, aun cuando otras voces monetaristas de fuera así como analistas nacionales culpan al gobierno de la falta de pericia y visión para precaverse con tiempo de aquellos desajustes y les refrescan la memoria con el subejercicio en el gasto público por más de 45 mil millones de pesos este año en un país con grandes carencias, necesitado de ocupar a los millones de desempleados y de generar liquidez con la inversión en obras con la derrama de sueldos y compras entre la industria y el comercio y el consumidor. Nada halagüeña es otra noticia: que este año se crearán cien mil empleos menos o quizá más aún que durante 2012, cuando las plazas nuevas apenas alcanzaron las 553,775. México tenía 8 millones 671 desempleados al primero de diciembre del año pasado. Así que súmele aquella cifra a la baja más la demanda laboral que se incorpora a la fuerza productiva.

El baño de sangre en el país, obra cumbre del señor Calderón Hinojoza con su improvisada e insensata guerra contra el crimen organizado, continúa imparable no obstante las cifras oficiales que reducen los asesinatos a la mitad, con el agravante de que existen amplias zonas de numerosos estados fuera de control. El plan contra la violencia y la inseguridad distinto al del calderonato todavía no ha dado resultados a la vista.

Y en un país ayuno de justicia, una sorpresa va en pos de otra y asombran y escandalizan a buena parte de la sociedad, sobre todo a las víctimas de la delincuencia y la impunidad. En unos cuantos meses la justicia mexicana deja libre el narcotraficante Rafael Caro Quintero, devuelve más de 240 millones de pesos y casi 50 propiedades a Raúl Salinas de Gortari, excarcela a la francesa Florence Cassez condenada por secuestro y, tras décadas de protegerla y serle de utilidad, el mismo sistema procesa a Elba Esther Gordillo al descubrir apenas que se había enriquecido de forma ilícita y, en cambio, arropa con fuero y otras cosas a otro igual o peor de corrupto como el senador priísta y cacique del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, frente a quien Joaquín Hernández Galicia La Quina sería un simple amateur en pillerías.

Algún día estaba previsto que terminaría la luna de miel entre los nuevos dinosaurios priístas y su corro de intereses creados y de esperanzados ciudadanos que anhelan mejores condiciones de vida con la vuelta del PRI al gobierno.

Lejos del triunfante y optimista arranque de gobierno la situación ahora es distinta y, por desgracia, más delicada con un alto nerviosismo oficial frente a los nacientes movimientos callejeros contra el proyecto de reforma energética y las audaces y riesgosas tácticas del magisterio disidente del servicial y oficialista que en sus tiempos pastorearon Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo y hoy controla Juan Díaz de la Torre para la causa del gobierno.

Ojalá reine la sensatez y la calma y el país vuelva a los remotos tiempos de desarrollo y crecimiento con una reforma macroeconómica de fondo, más allá de apostarle todo a la energética.

armandosepulveda@cablevision.net.mx

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